lunes, 13 de noviembre de 2017

Relatos cortos de los Maddison, 01. Vida cotidiana, 01.


Verano del año 08 tras la apertura del Portal Oscuro.


No era más que una bebé de dos años y ya daba muestras de estar medio loca. Caminaba graciosamente por las empapeladas habitaciones de estilo victoriano, haciendo dar saltitos a aquellos bucles de cabellos rojizos que parecían vivos. Al ser tan pequeña tenía un porte y postura ridículamente orgullosos, que si se hubieran posado sobre un cuerpo adulto, habrían dado un toque incluso imponente.


En su caminar miraba atenta a su alrededor, prestando especial atención a los movimientos de las dos sirvientas que pululaban de aquí para allá entre el salón y la cocina, recogiendo la vajilla y cubertería tras el almuerzo terminado de los señores de la casa. Sin embargo, junto a la puerta de madera y cristal vio algo que llamó mucho más su atención. La habían enseñado a dar manotazos a algunos insectos, por lo que aquel mosquito que dormía plácidamente posado sobre la oscura madera no se llegó si quiera a enterar de su propia muerte. La niña viró su camino muy decidida hacia el mosquito a la vez que levantaba la mano junto a su cabeza, y tan fuerte dio el guantazo que hasta se hizo daño en la manita.


En ese momento las dos sirvientas estaban en la cocina, pero su protectora madre la observaba desde una silla aún en la mesa, mientras bebía un vaso de agua. No dijo nada, tan solo la observaba. Mientras tanto, Linzi se quedó unos segundos ahí, plantada en el paso, mirándose la mano con un leve puchero en la cara. Tenía el mosquito aplastado ensuciándole la palma de sangre y le picaba, pero no quería rascarse con la otra manita porque jamás antes había conseguido matar un mosquito. Aquello era una verdadera novedad para ella y no tenía ni idea de cómo proceder. Finalmente miró a la señora Maddison, quien soltó el vaso y fingió no mirarla. Linzi suspiró de forma entrecortada, comenzando a lloriquear, hasta que llamó la atención de su madre.


¿Qué te pasa? —preguntó Stacy de forma atenta y cariñosa, pero aún haciendo como que no había visto nada— ¿Qué tienes? —insistió al ver que la niña miraba a una de las sirvientas, que se había parado a mirarla con una sonrisa divertida al no poder pasar con la niña en medio. Linzi mostró la mano a su madre, estirando el bracito entero, sin hablar—. ¿Qué? ¿No lo quieres? —la niña negó, aún sin hablar. Se quedaba callada cuando algo le disgustaba o estaba a punto de llorar—. ¿Y qué vas a hacer? —preguntó de nuevo la madre, poniéndola a prueba y dando un tono preocupado a la situación.


Como si dudase de ello, la infante volvió a mirarse la mano un instante, inconsciente de que tenía la atención ahora de tres mujeres sobre ella. Miró a su madre otra vez y acercó la mano lentamente a donde estaba antes el mosquito. Al ver que Stacy no hacía ni decía nada, miró el marco de la puerta y dio un pasito con la intención de limpiarse la mano allí. Sin embargo un inesperado chist que llamaba su atención la detuvo y sobresaltó, hasta el punto de salir corriendo hacia Stacy, aún con la mano abierta en gesto de repugnancia. La mujer la recibió agachándose para levantarla en brazos sobre su regazo mientras las tres reían y ella comenzaba a llorar tras un largo puchero.