Índice:
–Índice,
introducción y ficha aceptada inicialmente. Post actual.
–Ficha
completa. La ficha con toda la información sin dividir en
secciones. [En construcción.]
–Descripciones. Descripciones físicas (incluyendo fotos y/o dibujos) y psicológicas detalladas. [En construcción.]
–Estadísticas.
Atributos, habilidades, destrezas, capacidades, conocimientos…
todas aquellas características y cualidades utilizables tanto en
combate como en la vida cotidiana.
–Economía. Su/s trabajo/s, ingresos, gastos, ahorros, bienes materiales personales y, por no verlas adecuadas en ninguna otra categoría más que esta, mascotas y similares. [En construcción.]
–Relaciones. Con personajes jugadores, personajes secundarios, STs y NPCs. [En construcción.]
–Miscelánea. Datos random y poco importantes, simples curiosidades. [En construcción.]
–Fichas secundarias. Estas serán las fichas de los Story Tellers y personajes secundarios relacionados con el personaje principal roleado. [En construcción.]
Introducción:
–Ruthie Maddison, humana gilneana, 19 años, nacida el (equivalente en Azeroth al) 26 de Marzo. 1'57 m, ~46 kg. Alineamiento caótico neutral, estrictamente heterosexual, soltera, no creyente, padre y una hermana creídos fallecidos, madre desaparecida.
–Se aloja en la pequeña casa de su amigo Berthold Ravengaard, a cinco minutos de Villa Azora, cerca del camino entre ésta y Villadorada.
–Procura no separarse nunca de los dos diminutos puñales que lleva.
–Viajó a Elwynn huyendo de los recuerdos de su pasado.
–Actualmente vive en un nihilismo extremado hasta el punto de no tener ninguna clase de amor propio.
–Le gustan las fiestas, los caballos y los vestidos, aunque detesta no poder moverse cómodamente con los últimos.
–No le gusta el exceso de confianza, detesta la autoridad (y, por ende, las jerarquías), los perros, los sabores amargos y los ruidos agudos.
Ficha aceptada inicialmente en MundoWarcraft:
Perfil de Ruthie Maddison.
(imagen personaje)
Perfil de Ruthie Maddison.
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Nombre In-Game
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Ruthie.
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Alineamiento
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Caótico Neutral
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Nombre del Personaje
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Ruthie Maddison.
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Fe
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Nada.
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Tipo de Personaje
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Primero
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Edad
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19 años
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Raza
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Humano
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Género
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Femenino
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Clase
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Pícaro
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Altura
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1’57 m
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Afiliación(es)
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Ninguna.
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Peso
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46’2 kg.
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***
Parientes u Allegados
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Su padre (muerto), Clark Maddison. Su madre (huargen), Stacy Maddison (cuyo apellido de soltera era Lowell). Una hermana (muerta), Linzi Maddison, mayor que ella.
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Complexión
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Tipo de ojos y color
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Delgada, aunque saludable a simple vista.
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Ojos redondos de mirada muy vivaz y atenta, de color marrón miel.
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Estilo de pelo y color
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Tono de piel
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Corto por los hombros y liso. Cambia de peinado muy frecuentemente, pero no la longitud de su cabello ni el color, que es de un oscuro castaño rojizo.
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Piel clara de color levemente rosado.
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Vestimenta habitual
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Armadura
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Generalmente suele vestir con ropas visiblemente lujosas, aunque no excesivamente caras. Vestidos largos de falda pomposa y corpiño ajustado. No suele utilizar sombrero, pero sí bonitos tocados pequeños y sombrilla los días de sol. También usa un abanico aunque la función que le da es lejana a abanicarse, pues lo usa para cubrirse la cara en público.
En diferentes ocasiones se viste con ropas de cuero lo más discretas, tácticas y cómodas posible, pañuelo y capucha para no ser reconocida.
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Cuero.
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***
Personalidad
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Se trata de una chica que generalmente actúa como una verdadera damisela: amable, educada, paciente, comprensiva y algo pilla, sin embargo su verdadero ego es de una persona taimada que observa y acecha desde su disfraz de doncella. Una chica egoísta, egocéntrica, vengativa, efusiva y temeraria, que no dudaría en vender a una amistad con tal de salir de un apuro.
Le encanta vivir la vida, irse de fiesta y hacer todo aquello que está prohibido hacer. Especialmente se deja convencer por retos y es relativamente fácil de manipular.
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Destrezas y habilidades
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En especial se le da bien el manejo de armas pequeñas y cortantes o punzantes, tales como pequeñas cuchillas, shurikens, agujas, trozos de cristal… en general armas que pueda esconderse en las manos y sean lanzables, o incluso adornos que sirvan para sujetarse el pelo (aunque estos últimos serían evidentemente más una distracción que un arma).
Es una chica escurridiza, ágil y frágil. Su cuerpo se señala con facilidad, por lo que no se deja pillar fácilmente. El escapismo, el “pilla-pilla” y el “escondite” son sus juegos favoritos. En situaciones en que tiene que pelear con alguien procura no ser tocada y marear a su contrincante.
Es rápida y ágil a la hora de correr, esquivar y evadir, aunque recibiendo pocos golpes es fácil de noquear. Además, la fuerza es su asignatura pendiente, por lo que no cuesta mucho sujetarla una vez se la ha atrapado (a excepción de cuerdas, con las que se entretiene desatándolas).
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Reseña
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Ruthie es una joven de padres burgueses, cuya familia movía un gran comercio dedicado al correo y a la crianza de caballos que cerró durante el aislamiento de Gilneas, llevándoles a la bancarrota y a la miseria. Clark y Stacy educaron a Linzi, la primogénita de la familia, con la intención de que ella heredase la empresa, y a Ruthie para ser casada con algún noble o gran burgués, sin embargo la mayor de sus hijas desapareció cuando Ruthie era muy joven. Esto dejó a la más joven en una situación en que ni sabría cómo dirigir una empresa ni mucho menos cómo devolver el estatus a sus padres.
Nació en el año 9 después de la Primera Guerra, teniendo su hermana dos años. Ruthie fue enseñada desde muy joven a ser la dama perfecta, pues la intención de su familia era casarla con algún noble, preferentemente. Llegada la niñez, la naturaleza traviesa y rebelde de la joven conseguía cautivar a su hermana mayor para que salieran de casa a jugar por la ciudad y Linzi le enseñara los recovecos y atajos que conocía de memoria, utilizados para diseñar tramos por los que llevar el correo lo más rápido posible a los habitantes de la ciudad.
A medida que crecieron, el sentido de la responsabilidad de Linzi fue adquiriendo para ella más importancia que los juegos y fugas de su hermana menor, por lo que Ruthie comenzó a salir sin ella, escondiéndose de sus padres. Sola y pequeña en la calle no tardó demasiado en meterse en diversos líos que la obligaron a huir y defenderse en peleas si quería seguir jugando por aquellos lugares. Sin embargo y por suerte para ella, sus padres no llegaron a enterarse pues las heridas más obvias quedaban siempre cubiertas por la ropa, y tampoco dieron demasiada importancia a que saliera sola debido a que con ellos, y especialmente con su educación se comportaba justo como veían adecuado en una damisela.
Poco a poco Linzi y Ruthie fueron distanciándose a medida que la empresa caía, cada vez más absorbida la mayor por el trabajo de sus padres. Fue entonces cuando Ruthie comenzó a tener malas amistades, algunos rateros y comecocos que trataban de convencerla de un modo de ganar dinero más fácil y rápido que el de su familia. Gracias a ellos pudo más adelante ocultar temporalmente a sus familia del descontrol de los huargen y el ataque de la Plaga, aunque finalmente Clark, quien trató de proteger y a sus tres mujeres y a la ciudad ofreciéndose para salir del muro a combatir a los no-muertos, fue atacado por estos y pereció. Su familia no volvió a verle entrar desde el exterior de la muralla. Fue entonces cuando Ruthie guió a su hermana y su madre hacia las cloacas, donde malvivirían después de aquello, temerosas de que la Rebelión de la Puerta Norte acabase entrando a la ciudad y afectando a los civiles.
Como buena hermana, cuando descubrió con quiénes “jugaba” Ruthie, Linzi la encubrió con la condición de que cortase relación con tal mundo tan rápido como acabase el caos al que la ciudad se estaba viendo sometida y encontrasen un mejor lugar donde vivir, cosa que la menor aceptó. No supo que con ello sellaría el destino de la primogénita. Aún durante el alboroto formado por el descontrol de los licántropos contra los no-muertos, teniendo Linzi 14 años y Ruthie 12, la primogénita desapareció. Ruthie y su madre estuvieron buscándola desesperadamente antes de que la mujer decidiera rendirse, pues la pérdida del hombre de la familia y de su vida, y ahora de su hija primogénita, había dejado a Stacy sin energía si quiera para seguir viviendo. Esas semanas fueron suficientes para que Stacy odiase a su propio rey por haberles sometido a tal aislamiento, odio que se transmitió bajo cierta ignorancia a Ruthie. Los rumores sobre el Asesino de las Estrellas y sus delitos por la ciudad no dieron precisamente ganas a las dos mujeres para intentar rehacer su vida. La adulta tenía intención de dejarse morir.
La joven castaña y su madre fueron de las pocas humanas supervivientes en la ciudad, aunque Stacy no se sentía en absoluto afortunada por aquello. Vivían en la miseria desde que Clark murió, Stacy mendigando y Ruthie robando lo poco de comida que conseguían cada día, mientras que la joven incansable seguía buscando a su hermana o rastro de ella. Nunca llegaron a saber cómo desapareció, aunque la chica sospechaba de aquel misterioso ser del que hablaban los rumores. Bajo orden de su propia madre, Ruthie se mantendría oculta tanto tiempo como pudo. Las palabras de su madre, «tú haz como siempre, nunca pares de correr», resonarían en la mente de la joven para siempre.
Hasta que el aislamiento de Gilneas tuvo un fin. Stacy fue una de aquellas elegidas por los huargen de Ralaar para ser convertida en una de ellos. Su hija, por suerte o por desgracia, pasó desapercibida, y bajo orden de su propia madre se mantuvo oculta con la intención de esperar a que su madre volviera a aparecer, cosa que no ocurrió. Finalmente, desesperada, salió de las cloacas en busca de la única persona que le quedaba, o eso creía ella.
Durante unos larguísimos minutos de desesperación y carrera continua, gente gritando a su alrededor, caos, sangre, fuego y fieros cánidos antropomorfos, lejos de sus propios pensamientos, a quien encontró fue a su hermana perdida tiempo atrás. Estaba tumbada en el suelo con las entrañas fuera de su sitio, descolocadas por vía de un profundo corte horizontal en el vientre. Su aspecto, aparte del haber sido destripada, era el de una mujer demacrada que visiblemente había sido maltratada durante semanas. Tenía además la suciedad característica de aquellos escondites que los rateros le enseñaron, por lo que no le costó demasiado deducir que había estado con ellos todo aquel tiempo y había encontrado un modo de escapar en el caos, en vano al final. Sin embargo aquello no era todo; había un huargen agazapado junto al cadáver de la mujer, observándola. Ruthie, pensando que se proponía a devorar el cadáver de su hermana, no dudó ni un instante, corrió hacia él y le atacó por la espalda con una simple y oxidada vara de hierro que golpeó de pleno el cráneo del ser metamorfoseado. Ignoró por completo los restos de ropa que tenía aquel ser, que más tarde reconocería.
Tan pronto como sintió el golpe, el cánido se giró hacia Ruthie y atacó con un zarpazo que lanzó hacia atrás a la chica, alejándola del cadáver de su hermana y, por supuesto, desarmándola. Ruthie quería acercarse a Linzi, aunque sabía que luego no podría borrar de su mente tal imagen, pero quería verla una última vez, cerciorarse de que realmente era ella y despedirse antes de dejar atrás todo, o al menos intentarlo. Pero el golpe la había desorientado y ahora solo podía ver un borroso ferocanis que caminaba hacia ella de forma acechante. Y hasta ese instante no se dio cuenta de que llevaba las ropas destrozadas de su madre.
Tras perder años atrás a su padre a manos de muertos que se levantaron de sus tumbas, a su hermana a manos de humanos asesinos y a su madre bajo las zarpas de los cánidos con cuerpo humanoide, Ruthie no supo qué hacer. Su único objetivo era ponerse a salvo, y tal como le dijo su madre no dejó de correr. No se dio cuenta cómo ni cuándo dejó atrás a la licántropa que había sido su madre. Durante aquella frenética carrera, vaciando todas las lágrimas que no había soltado en años y llena de dolor en todo su cuerpo, se topó con un grupo de refugiados que parecían seguir las instrucciones de otra gente. Gente de piel azul y largas orejas, seres tan inimaginables para ella como lo fueron los no-muertos y los licántropos. Aún con todo, a pesar de que no entendía bien qué decían debido a su acento raro, aquellos no parecían querer devorarla viva, así que con ellos se fue hasta llegar al cementerio de Gilneas, desde donde siguió instrucciones para llegar a las naos élficas que la llevarían a ella, junto al rey y al resto de refugiados, hasta Darnassus.
Una vez se vio a salvo en tierras místicas y extranjeras no supo con qué ayudar a la población, pero fue gracias a sus continuas escapadas y en honor al anterior trabajo de sus padres por lo que se le ocurrió ofrecerse como mensajera, y así sirvió tanto tiempo como pudo, llevando mensajes a la carrera entre unos y otros. Por suerte allí los elfos hablaban común y una vez su oído se hizo al exótico acento, no tuvo mucha dificultad para comunicarse.
A partir de ese momento quiso desentenderse por completo de todo lo que tenía que ver con huargens, no-muertos y guerra. Con los días se dio cuenta de que su cuerpo dio de sí. Cuando se relajó acerca de su propia supervivencia comenzó la profunda depresión en la que se vio sumergida por varios años más. El solo pensamiento de huargens, no-muertos o todo lo que pudiera parecérseles le daba náuseas, percatándose de que incluso algunos perros le traían tan malos recuerdos que su mente entraba en shock bloqueándose por completo.
Aquella situación no mejoró, sino que la presencia de aquellos orejudos azules le recordaba cada día a su miserable destino, por lo que decidió marcharse a una ciudad con humanos, teniendo Ventormenta en mente, y hacia allí subió a un barco con los pocos ahorros conseguidos durante su servicio como mensajera.
El viaje de varios días, a pesar de su inseguridad, le sentó estupendamente. Tras remontar un poco la profunda depresión por las pérdidas y el enorme cambio en su vida, Ruthie se propuso volver a aprender callejones, atajos, recovecos y lugares donde esconderse, comenzar desde cero. Fue aquella la época en que empezó a frecuentar tabernas, prostíbulos y otros lugares poco adecuados para una señorita debido a los últimos bosquejos del trauma, acostumbrándose a cubrir su cara y a pelearse con quien fuera que hiriese su orgullo, aunque la mayoría de las ocasiones, en lugar de pelear, perseguía a quien la había ofendido y le robaba, le mataba a las gallinas o le prendía fuego a sus pertenencias.
Es ahora que la situación se ve relativamente calmada cuando Ruthie ha decidido aventurarse con la esperanza de encontrar algún día a quienes secuestraron a su hermana con vengativas intenciones, o incluso a su madre viva. En cualquier caso, Ruthie nunca dejaría de correr.
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Anotaciones extra (opcional)
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