domingo, 11 de marzo de 2018

Relatos cortos de los Maddison, 06. Ruthie aprendiendo.


Año 16 tras la apertura del Portal Oscuro.


La pelirroja esa tarde no tenía ningún ánimo de ir a estudiar. Hacía un día de vaguear charlando de cualquier cosa, tomando algo fresco. No porque hiciera sol, sino por todo lo contrario. Las densas nubes presionaban el aire hacia la ciudad, calentándolo y humedeciéndolo aún más de lo cotidiano. No hacía tanto frío como otros días, pero la incomodidad atmosférica era tal que Clark decidió no salir esa tarde a los establos. Para algo pagaba a los mozos; que trabajasen ellos. Por un día se quedaría en las oficinas del criadero. Pero las niñas, aún estando en casa lejos de la vigilancia de su padre, no podían escaquearse de los quehaceres. Así pues, cada una fue a su sala a aislarse.


Ruthie, justo acabando de volver de haber llevado su plato a la cocina, fue interceptada por Stacy. Ésta la guió al dormitorio de las jóvenes. A pesar de que allí estaban los juguetes, las camas y los escritorios de las dos, tenían la costumbre de estar separadas para no distraerse entre ellas. Por eso Linzi iba a la oficina del cabeza de familia mientras la señora de la casa llevaba a la otra al cuarto. Eran dos horas, una para cálculos, lectura y el resto de deberes de la escuela, y otra más para sus enseñanzas especiales. La segunda era la que gustaba a la más pequeña.


Por eso tienes que estar atenta para leer en el cuerpo de los hombres qué es lo que quieren en cada momento. ¿Entiendes? —ya con sus cortos siete años la estaba preparando para el momento de ser casada. Sin embargo había muchas cosas que aún no le explicaba, ni le llegaría a explicar jamás.


Desde siempre la castaña tenía la costumbre de seguir las palabras de mamá al pie de la letra, por lo que durante años se esforzaría por entender y leer el comportamiento no verbal de los hombres en todo momento.


Mira, los varones de alta cuna son unos mimados. Si no tienen una madre que cuide de ellos, quieren una esposa que les mime y les haga caso. Que les traiga un vasito de licor sin que se lo pidan, que estén atentas a los detalles del día a día para facilitarles la rutina, que les ponga bien la corbata o la pajarita incluso aunque ya la tengan bien, que les lleve las gafas y el periódico… Les encantan esas tonterías. Son cosas que parecen insignificantes, pero ya te darás cuenta de que resultan muy importantes para verles sonreír. Y te advierto que mientras más sonrían de puertas para adentro de casa, es que más contentos están contigo. Lo que tienes que evitar es que se harten de ti.


Tales enseñanzas, sin embargo, para la pupila no era sino un juego: si cubría todas aquellas necesidades, ganaba puntos. Si se le olvidaba algo, dejaba de ser la mejor candidata para cualquier noble con el que sus padres intentaran desposarla.


Pero esa tarde la mujer también parecía alicaída por el tiempo atmosférico, y la chiquilla se dio cuenta de ello, pues había puesto bastante poco interés tanto en las multiplicaciones y divisiones del colegio como en la materia de hombres. Los días vagos tocaban trucos, nada de teoría densa.


¿Quieres que te ponga un caso práctico? —esperó la conformidad de su hija—. Muy bien. Imagínate: tu esposo llega a casa una hora más tarde de lo habitual y viene serio. Muy serio. ¿Qué debes hacer?


Le doy la bienvenida, le doy un besito en la mejilla y le pregunto que qué le pasa. Y si no me responde me voy a buscar lo que le guste hacer cuando llega a casa.


Vale. ¿Y si sí te responde?


Pues… sí —ahí la niña se quedó bloqueada unos segundos mientras la adulta la miraba sonriendo divertida y con una ceja alzada—. No lo sé… —confesó bajando la cabeza y perdiendo parte del entusiasmo de antes.


Depende de qué te responda. Te dice «ha sido un mal día y estoy cansado».


Pues le digo que si quiere un masaje, o un baño. Y que si quiere cenar o irse directo a dormir.


Yyy… ¿nada más…?


¡Ah, sí! ¡Y que si puedo ayudarle! —dijo recordando de repente.


Te responderá que no. Todos lo hacen siempre —respondió entonces Stacy rodando los ojos y quitando importancia a tal tema—. Pero sí, tienes que preguntarle hasta cuando sepas que te va a pedir ayuda y en realidad no vas a poder ayudarle.


¿Y si me pide ayuda y no puedo ayudarle, qué le digo?


Desvía el tema a otro distinto disimuladamente, que se olvide de los problemas. O decirle que la Luz estará con vosotros en momentos difíciles. No solo tienes que esforzarte en ser lo que más quiera ese hombre, sino lo que más necesite y la que más le cuide y le mime, ¿entendido?


¡Sí! Pero… ¿y si nunca me dice qué quiere?


Siempre lo dicen, aunque sea de forma indirecta. ¿Recuerdas cuando tu padre me dice que no debería pasar tanto tiempo en casa? —Ruthie asintió—. Pues es una indirecta de que quiere que salgamos a algún sitio. ¿O cuando dice que se acuerda de cuando su padre atizaba con el bastón al mozo?


¿El día que empezó a hablar del bastón…?


¡Ese mismo! Quería un bastón nuevo. Y si te toca el típico que dice que quiere protegerte, pueden pasar dos cosas. Uno: si te dice que quiere protegerte, es que no quiera que salgas de casa sola. Dos: si dice que teme que te pase algo es posible que te o que te vea demasiado débil y dependiente o que esté pasando cualquier cosa en la ciudad y realmente tenga miedo. O también puede ser que quiere que le sorprendas y te valgas por ti misma. O quizás… uff, ya estoy desvariando. Dejemos lo de la protección para otro día mejor. Ese maldito cielo me está nublando ya la cabeza.


La joven no pudo evitar soltar una infantil y dulce carcajada al escuchar a su madre hablar de que el cielo le nublaba la cabeza, pues justo había nubes sobre los tejados. Su risa fue contagiada, y la mayor de las Maddison decidió que ese día detendrían los estudios. Fue un escaso cuarto de hora de cálculos y otra media hora de hombres.


Juntas bajaron al estudio y liberaron a Linzi de su tedio, la cual apartó la cara de los apuntes con sorpresa, pues no solía ser molestada hasta casi la hora de la merienda. Ver a su hermana corriendo hacia ella y tirando de su brazo para sacarla de la silla la dejó confusa y a la vez ilusionada, pero su ánimo incluso aumentó de golpe al escuchar a Stacy diciéndole que los estudios habían terminado por esa jornada.