sábado, 14 de julio de 2018

Diario de Ruthie Maddison, 022. Retazos de una vieja vida.


Verano del año 28 tras la apertura del Portal Oscuro.


Ruthie llegó ciertamente contenta de vuelta a la que sería su pequeña vivienda durante unos días. Las pertenencias del enano se encontraban donde las dejó, pero del dueño no había ni rastro, así que aprovechó el relativo silencio para concentrarse y estrenar su nuevo diario. Encendió una vela casi consumida, acomodó como pudo una mesa que podía hacer de escritorio y se sentó en el único lugar para tal propósito que había allí; un banco sin respaldo. Lo arrimó, buscó la primera página y comenzó a mancharla con el carboncillo:


Esto es surrealista todo. Estoy ahora mismo en Bahía del Botín, casi secuestrada por Leanfriel. Bien sé que en lugar de estar aquí ahora mismo podrían haberme encontrado hace ya semanas sepultada bajo el cuerpo de Nyel, tal como él me dijo. No tenía otra posibilidad de salir viva y que perdonase la vida también a los demás, debía venir con él. Además, este hombre es la conexión directa con La Cohorte, es el único nexo que tengo con esa organización, y mi papel es perfecto: soy su espía. Jamás podría sospechar mis intenciones si me gano su confianza… Cuando acabe con La Cohorte desde dentro acabaré también con Leanfriel y luego volveré a Elwynn, con suerte con dinero suficiente para poder comprar o construir una casa en la que vivir con Ivano.


Se sentirá orgulloso de mí cuando vuelva diciendo que he destruido la organización entera. Me dolió mucho partir sin si quiera poder despedirme de él, pero... volveré. Y lo haré por todo lo alto. Le echaré de menos, lo sé... pero ésta es la mejor forma de deshacernos de esta mafia. Para entonces estoy segura de que iré a los calabozos a buscar a Oliver para comunicarle que hay algo de lo que ya no necesita preocuparse, aunque será ya tarde para él. El muy idiota no debería haber disparado a Dayana.


No debería estar escribiendo esto, él también es un espía, según me dijo. Ahora que es cuando más tiempo voy a tener para escribir es cuando menos me fío de hacerlo. Bien sé que para alguien con mi tarea actual escribir mis planes, dejar plasmadas mis intenciones, es como regalar dinero a los pobres.


No puedo permitirme…


Ah, echo de menos…


Por un momento se perdió justamente en la tonta fantasía de estar regalando dinero a los pobres, lo cual hizo que olvidara en dos ocasiones lo que estaba a punto de escribir. Tachó ambas líneas para luego plasmar su pensamiento directamente inmediato:


Me encontré con Dunnabar aquí. Ahora lo tengo acoplado en mi dormitorio. Y no, no es fácil echar a un enano. Maldita sea, ¿cómo existe unos seres tan testarudos?


Un ruido atrajo su atención en ese preciso instante, dándole un vuelco al corazón. Sentía como si estuviera haciendo algo malo y su primer instinto, costumbre de su infancia al esconderse de su padre, fue cerrar rápidamente el diario y meterlo bajo el rudimentario escritorio mal iluminado con una vela moribunda. Tras unos segundos se dio cuenta de que había sido el ocupante del dormitorio vecino, pero para entonces estaba ya lo suficientemente nerviosa como para decidir ir a esconder el libro bajo el colchón en lugar de volver a abrirlo.