domingo, 8 de julio de 2018

Diario de Ruthie Maddison, 021. Casa propia, pero ajena.


Verano del año 28 tras la apertura del Portal Oscuro.


Aquella jornada, tras el interrogatorio, tuvieron una mañana soleada en la que Ruthie se tomó la libertad de hacerse con algunos dulces para desayunar junto a Ivano, pero la presencia de Dayana le amargó gran parte del sabor de los pasteles. Por suerte aquel mago para cuya familia trabajaba la castaña, Katz Prichard, tuvo la oportuna decisión de acercarse a los gilneanos. El joven tenía que portear algunas cajas y su pereza física y agilidad mental le llevaron a tomar la decisión de pedir ayuda a la pareja. La mensajera agradeció su presencia internamente, pues de un modo u otro pareció que aquello bastó para que la brigadista se marchase.


Hubo actividad física durante el día y pasaron también la noche en Villadorada, por lo que la chica volvió a Villa Azora al día siguiente temprano, aprovechando aquello para escribir antes de lo que solía hacer:


Ayer nos encontramos con Prichard. Estaba bastante delgado, me pregunto si le ocurrirá algo…


Por lo visto está de mudanza con Eileen, resulta que ha comprado una casa para ambos. Fuimos a ayudarle a transportar algunas cosas. Fue un rato curioso.


La fémina pensaba que tal adquisición había sido una compra, pues sabía que el estudiante de magia provenía de una familia pudiente, pero la realidad era que se trataba de un alquiler, en cuyas cifras el ex-granjero había mostrado bastante interés a escondidas de su novia.


Eileen estaba dormida dentro de la habitación de la posada y Prichard nos advirtió que no hiciéramos ruido, que tiene mal despertar, pero Ivano la despertó, cómo no. Es un bruto, no sabe lo que es la sutileza… ¡Y no tiene mejor cosa que decir que “no es lo que parece”! Tonto…


Ah, pero vi a ellos dos en un momento de confianza y relax que me hicieron sentir un calorcillo agradable en el vientre. Se ven tan felices juntos… Me hizo mucha ilusión pensar en Ivano y en mí en la misma situación, recogiendo cosas para mudarnos mientras bromeamos y nos sacamos la lengua el uno al otro...


La muchacha empezó a sonreír vagamente por lo bajo al recordar lo ocurrido y sus labios se contrajeron, ensanchando un poco la expresión que hizo que aparecieran en sus mejillas aquellos dos hoyuelitos pecosos de cuya presencia ella era poco consciente. Sin embargo aquella sonrisa no fue demasiado prolongada, pues en general el brillo del día se había ido con diferentes sucesos.


Luego nos reímos, pero en el momento me asusté, porque por lo visto Eileen duerme con un arma de fuego bajo la almohada, cosa que su pareja no sabía. Y al despertarse apuntó con el arma a Ivano. Al menos ahora sé a quién pedirle que me ayude a conseguir una y me enseñe cómo se usan, porque parece que son bastante más comunes de lo que yo pensaba. Me vendría bien una de esas si vuelve a atacarme la Cohorte.


Al recordar a aquella banda, sin embargo, su sonrisa se desvaneció por completo.


Nuestro amigo nos guió hasta donde está su nuevo hogar, junto al lago, y oh, cielos, es una casa enorme y preciosa. Me dio mucha envidia y algo de pena por no poder tener aún mi propia casa con Ivano. Pero habrá que tener paciencia, supongo.


Sin embargo todo lo bonito se esfumó después de salir de aquella casa. Ivano me confesó algo que no me gustó nada. Dice que son solo rumores por el momento y que es posible que a él no le llamen por ser solo un recluta, pero por lo visto es posible que vayan a la guerra dentro de poco. Le dije que fingiría estar embarazada si con eso le permitían quedarse, pero de nuevo antepuso su dichoso trabajo. Me dijo que eso no funcionaría, que tenía que ir de todos modos, que no faltaría a su maldito deber.


¿Qué haré sin él si le ocurre algo…? Tengo tanto miedo de perderle…


La pobre no fue capaz de seguir escribiendo. La hoja del diario tenía tras tales palabras varios puntitos pintados allá donde casi dibujó los trazos de las siguientes letras, aunque cada vez que lo intentaba su mente se volvía a perder en el recuerdo de los ojos de miel del huargen. Al final, dando un prolongado y entrecortado suspiro, decidió dejar el diario.