jueves, 12 de julio de 2018

Relatos de Ruthie Maddison, 011. Una nueva vida, capítulo 01: Desaparición.


Verano del año 28 tras la apertura del Portal Oscuro.


Era un día nuboso en el bosque, por lo que Ruthie no tenía una excusa para hacer uso del sombrero que Ivano se había dejado y que ella llevaba colgado al cuello. Marchaba hacia Villa Azora mal colocada sobre el lomo de Nyel. No había dormido bien debido al dolor que aún tenía en la espalda. Muy a su pesar los acontecimientos de la jornada anterior no fueron un mero mal sueño.


Durante la tarde se enteró de que el hijo de los Prichard había sido secuestrado, y junto a un grupo en el que se incluían Ivano, Berthold y Eileen entre otros, se dirigió a Ventormenta, a un domicilio en el que parecía haber información para seguir la pista del mago. La visita no fue precisamente pacífica, pues una vez allí la llegada de dos personas ajenas a la casa, que más tarde se convirtieron en criaturas del vacío, trataron de matarles.


Tras salir herida física y psicológicamente y sobrevivir a un fuerte azote de aquellos extraños tentáculos de varios metros de largo, pasó la noche con Ivano. No sin recelo, pues a él además le había visto a punto de perder el control de sí mismo en presencia de aquellos monstruos. Por supuesto la jinete no sospechaba que aquello solo había sido el comienzo de sus pesadillas.


Dejaba rienda suelta a la yegua, que se había aprendido el camino a lo largo de aquel tiempo. Pensaba en todo lo sucedido cuando una figura masculina se alejó de los árboles y salió a la carretera, apartándose una capucha para hacerse reconocer. La viajera solitaria tenía pensamiento de pasar de largo junto a él y seguir hacia casa, por lo que hasta entonces no le prestó atención, pero ahora que veía el conocido rostro de orejas puntiagudas, cabello blanquecino, ojos rojos y piel gris y acartonada, su único pensamiento era salir de allí de cualquier manera. Era Leanfriel, el hombre relacionado con las muertes de los niños del orfanato, quien paró las flechas de Oliver con las manos desnudas, a una velocidad totalmente antinatural.


Hey, hey, hey, tranquila, que si quisiera matarte ya te habría sepultado bajo tu caballo —el elfo mostró las palmas de las manos pacíficamente al ver los nerviosos gestos de la joven que trataba de girar de forma desesperada a su montura e ignoró que aquella a la que había detenido se atrevió a desenvainar uno de los puñales por si necesitaba defenderse—. A ver, solo quiero hablar. Bueno, en realidad vengo a pedírtelo de nuevo. Me tengo que ir al lugar de donde vine, pero me gustaría que me acompañases.


¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué quieres de mí? —el temor por estar ante un asesino sobre el que conocía ciertos secretos, la irritación por la desobediencia de su montura, el dolor en la espalda y en ese momento también el roce de la cuerdecilla del sombrero la hacían sentirse inquieta y hablar rápidamente, con tono urgente.


Sintió un escalofrío en todo el cuerpo mientras aún intentaba que el animal obedeciera, pero al equino no parecía hacerle ni una pizca de gracia que su humana estuviese dándole un trato tan brusco, así que decidió que no se movería. A medida que los segundos pasaban la castaña desistió en sus intentos con Nyel, acabando por escuchar de forma casi obligada al thalassiano.


Te lo explico. Estoy buscando a alguien inteligente, con ganas de sobrevivir. Además necesito que sea guapa y que parezca inocente. Tú parece que tienes dos dedos de frente, así que me tendré que conformar con eso —el peliblanco gesticulaba con las manos, la cabeza y la cara, aunque no parecía del todo experto en convencer a la gente con métodos diferentes a la fuerza bruta—. Vale, es broma. También eres guapa.


Es, cuanto menos, el intento de flirteo más irracional que he visto en mi vida —murmuró la gilneana lentamente, volviendo luego a tirar de las riendas, por si acaso su compañera ahora sí tenía ganas de moverse. La jaca no hizo más que torcer las orejas hacia atrás, resoplando. Y no era la única que parecía perder la paciencia:


Tampoco te me vengas arriba. Mira, con esta cara no puedo pasearme mucho por ningún lado, así que necesito de alguien discreto. Y tú eres alguien discreto. Además, tienes talento; sabes con quién juntarte cuando te conviene. ¿Me equivoco?


Él parecía totalmente convencido de querer llevar a la chica consigo, y quería que fuera lo antes posible, se le notaba cierta inquietud por estar al descubierto, corriendo el riesgo de ser descubierto por alguien más. Su última frase, sin embargo, atrajo la atención de la muchacha, que levantó la mirada hacia él al escucharle. Se había dado cuenta de que Leanfriel debía conocer a sus contactos, a sus seres queridos. Pensó entonces que, de conocerles, probablemente corrían el mismo peligro que ella si decidía no acompañarle a donde iba.


¿Y para qué se supone que me... necesitas? ¿Y qué ganaría yo?


¿Qué ganas? Una nueva vida. Mucho más cara que... ¿llevar el correo, era lo que hacías?


¿Pero cuánto tiempo llevas espiándo...?


Ruthie no terminó la frase, dio un suspirito de sorpresa al notar que la yegua se movía y respiró nerviosamente varias veces. Enfundó torpemente el arma que antes había empuñado mientras sujetaba de forma apresurada las riendas. Pero el animal se había aburrido. Cabeceó un poco y dio un par de pasos hacia el lateral del camino, parándose a masticar hierba del suelo sin importarle la tensión del momento. Por suerte aquella pregunta era más que obvia y el varón fue capaz de entenderla.


Es mi trabajo, además de matar gente —respondió indolente, encogiéndose de hombros mientras la observaba sin expresión en el rostro—. En todo caso, te puedo ofrecer un nuevo hogar, sin tener que trabajar mucho y teniendo todo el dinero que quieras. Bueno, no todo, pero seguirá siendo bastante más de lo que tienes ahora.


No es tan fácil —la encapuchada dejó a la dichosa Nyel en paz y volvió a centrar de nuevo su atención en el otro—. Cuánto tiempo sería, dónde, cuándo...


Ahora. Iremos a Bahía del Botín. Y es una nueva vida, tendrás lo que te ofrezco para siempre, aunque podrás volver si quieres a esto. Pero vamos, muy mal tienes que estar para... ¿repartir correo? Bueno, lo que sea. Podrías estar en una fiesta bebiendo cócteles y comiendo gambas.


Sería un ir y venir... —murmuró la joven arrugando las cejas al escuchar el «para siempre» y girando la cabeza en la dirección hacia la que iba en un principio, para luego volverse hacia Villadorada—. Hay cosas que no quiero dejar atrás. Y aún así, es todo demasiado sospechoso. Lo pintas demasiado idílico.


A pesar de lo utópico que parecía todo, la mensajera sabía que no tenía muchas opciones. La decisión estaba tomada, debía proteger a Ivano, Berthold e incluso Oliver.


No hay trampa ni cartón, lo prometo. Solo tendrás que ir a fiestas y hacer vida social en Bahía del Botín. Como si fueras una ricachona más.


Si tuviera solo dos dedos de frente, como dices, te creería.


Bueno, también tendrás que enterarte de lo que diga esa gente. No todo va a ser disfrutar de la comida... —esa vez su propio comentario pareció divertirle, pues el elfo de echó a reír.


Una espía…


Comprendió por fin qué era lo que él quería. Por supuesto que con su aspecto de cadáver viviente no podía ir a enterarse de dónde estaban sus enemigos, sus objetivos o sus contrincantes, necesitaba alguien que fuera sus ojos entre la gente de apariencia sana. Ahora parecía algo más convencida de poder desempeñar tal tarea, si conseguía ganarse la confianza y quizás incluso la dependencia del peliblanco conseguiría proteger a sus amigos.


En fin… Se me hace tarde —apremió el asesino tras mirar al cielo. Y tal cual, comenzó a caminar—. ¿Vamos?


¡¿Pero ya?! ¿Ahora?


Sí, ahora —la respuesta fue escueta.


¡Deja que al menos me despida, maldita sea!


Ya sabía qué tenía que hacer, su subconsciente lo había asimilado por ella y su cuerpo se movió por sí mismo. Bajó al suelo procurando no esforzar la espalda. Se apartó el pañuelo de la cara y se deshizo de un guante mientras se acercaba a la testa de su cuadrúpeda amiga. Tras darle un beso entre los ojos mientras le acariciaba la quijada movió los labios susurrándole palabras bonitas y promesas futuras. Acto seguido tiró de las riendas para hacerla caminar en la dirección en la que iban antes. El animal se detuvo un momento para mirar a su humana, pero salió trotando a casa al ver que la otra hacía un gesto brusco con los brazos hacia arriba para espantarla. Nyel creyó que estaban jugando y sería demasiado tarde cuando se diera cuenta de que Ruthie no la había seguido. Rato después llegó a casa de Berthold sin entender que aquello había sido una despedida.