martes, 10 de abril de 2018

Diario de Ruthie Maddison, 002. Madeline.


Primavera del año 28 tras la apertura del Portal Oscuro.


La joven recorrió los túneles con mal paso. Llevaba días fuera de Ventormenta, volvía cansada y además traía la inseguridad de si sus preciadas pertenencias seguirían en aquel improvisado escondite. Tenía los pies mojados y en su mente, aquello sobre lo que había resbalado varias veces en los charquitos de las cloacas, no eran solo musgo. Pero las calamidades parecieron desaparecer para ella cuando vio que, entre el montón de escombros en que los escondió, todavía aguardaban su vestido envolviendo el abanico, sobre el cual estaba el libro que servía de soporte para los útiles de escritura. Lo recogió todo rápidamente antes de volver sobre su camino, ahora ansiosa por llegar al lago en el que en otros tiempos le habría dado asco bañarse.


El sol calentaba y se le secaron los pies en poco tiempo mientras caminaba hacia el noreste de la ciudad, y en cuanto encontró un sitio igual de íntimo que el primero para poder desnudarse sin ser vista, dejó sus cosas a un lado y fue a bañarse. Tuvo la idea de ponerse a escribir mientras su armadura de cuero, ahora limpia, se secaba tras haberse quitado de encima todos los restos de polvo y sangre seca.


Quién me mandaría hacer tal viaje.


El bosque era algo más húmedo que la ciudad, gracias al cielo. Es justo lo que mi cuerpo necesitaba. Sin embargo no duró mucho. Hemos viajado al este. O mejor dicho, el grupo al que seguí ha viajado al este y yo les he perseguido. Llegó un punto en que ya no podía echarme atrás, no sabía cómo volver, pero había un control en el que paraban a la gente. No me habrían dejado pasar, estoy segura. Conseguí colarme. Mientras la guardia preguntaba al grupo salté al puente desde un lado y lo recorrí a la carrera hacia el otro extremo. Poco después lo cruzaron los demás; el tal Noldrenai, una chica elfa que yo pensaba que era un chico, de nombre Lysanthir, dos humanos, que eran Garlan y Evan, y más tarde se encontraron con una mujer con la que no llegué a intercambiar palabras, Astrea.


Paró un instante de escribir, mirando al agua frente a sus pies con expresión de repulsa. No por recordar a la mujer, sino porque escuchó cerca una rana. Luego de unos segundos oteando para asegurarse de que ningún ser viscoso la molestaba, volvió a bajar la mirada al libro para seguir describiendo aquella improvisada aventura.


Y llegamos a un lugar, si cabe, más seco que un pan viejo. Un desierto en el que parece ser que había gente antes viviendo. Estuve bastante tiempo siguiéndoles y en una ocasión el guerrero Evan, me descubrió. Y a punto estuvo de atacarme, pero tan solo lanzó un arma de advertencia en mi dirección. Por suerte no tuvo muy buena puntería y la clavó en el suelo, no en mí. Huí, pero les seguí el paso desde mayor distancia. Ya estábamos demasiado lejos de Elwynn como para volver, quedarme sola era lo que menos quería.


Según tenía entendido querían llegar al antiguo hogar del mago Garlan, un chico delgadísimo y de aspecto tan enfermizo que me daba pena a pesar de ser mago. Pero durante el camino se encontraron con otro control y en esa ocasión la guardia no les dejó pasar, así que dieron un rodeo a la muralla a la que tenía prohibido el cruce. Y rato después se encontraron a un grupo de perros extraños que caminaban a dos patas y que querían matar a unas personas que dormían junto a la muralla. Evan decidió que les quería ayudar y todo el grupo se vio envuelto en una batalla… incluyéndome a mí. ¿Qué me pasó en aquel momento por la cabeza? No lo sé, pero salí de mi escondite para ayudarles. Conseguí golpear a uno de ellos y salí ilesa. Eran como quince y nosotros seis.


Al recordar aquello negó con la cabeza. En su mente se dibujó de nuevo la escena en la que tuvo que enfrentarse al grupo de gnolls. Durante la batalla su cuerpo ni si quiera se acordó de los huargens, pero la remota similitud entre ambos seres la hizo rememorar el rato en que vio a su madre devorando a su hermana. Ahora que su cerebro no percibía peligro fue capaz de concentrarse en tal trauma. Demasiado. Pasaron varios minutos hasta que Ruthie volvió en sí y fue capaz de tomar control de nuevo. Tras releer lo que estaba escribiendo siguió con ello.


Noldrenai, Lysanthir, Garlan y Evan salieron heridos. Astrea es maga también, era capaz de atacar desde la distancia. Y yo… yo estuve largo rato esquivando a uno de aquellos seres. Finalmente los guardias de la muralla ayudaron con un aluvión de flechas desde lo alto. Aún con aquello no nos dejaron pasar y era de noche. En lugar de dormir, seguimos el camino… después de tener que presentarme. Me dio miedo que me reconocieran, por lo que me inventé un nombre. Madeline, en honor a mi apellido, a mi familia. Ninguno de ellos llegó a verme la cara, por suerte. No quiero ni pensar en qué reputación me daría que empezaran a hablar sobre que me han visto envuelta en tal situación.


Cuando por fin llegamos al hogar de Garlan, lo ocurrido allí fue verdaderamente confuso. Él lo pasó bastante mal. Vimos los cadáveres de su familia, algunos más de esos perros extraños vinieron a atacarnos junto con otro más, bastante grande comparado con los otros. Yo traté de atraer la atención del grande con una pala que me encontré por allí mismo, pues presumiblemente era la que mejor podía esquivarles de entre los presentes. Ah, cuánto echo de menos a Ceri…


Mi intención era que me mirase a mí y los otros le atacasen por la espalda, y ni una embestida de una cabra gigante que Noldrenai usa como montura, ni mis palazos, ni los flechazos de Lysanthir, ni el hielo de la maga Astrea, ni el fuego del mago Garlan, ni la espada de Evan, pudieron con él. Era un ser bestial que tardó mucho en ceder, pero por fin pude hacer que se arrodillara, acercándome lo suficiente a él mientras estaba encarado a Evan, cruzando ambos espada con espada. Clavé mi cuchillo, el que Cereza me regaló, en su zarpa y el ser cayó de rodillas. Lysanthir, quien me ayudó mucho y me dio mucho ánimo, le remató clavándole una flecha en la cabeza. Y Evan le cortó la cabeza… Quería llevarse la cabeza de aquel ser. La primera vez que mato algo en toda mi vida y tiene que ser así...


Una vez más puso expresión de repulsa, en esa ocasión sí, por los recuerdos. También por aquellos que aún no había plasmado:


Pasamos la noche en el granero de aquella granja y al día siguiente nos pusimos de vuelta, y no fue más agradable. Lysanthir y Noldrenai iban realmente animados y… bueno, parecen tener una relación bastante íntima. La elfa me quiso enseñar a despellejar y destripar animales… pero aquello fue la gota que colmó el vaso. Estaba agotada, tanto física como psicológicamente. Todos aquellos acontecimientos me recordaron demasiado a lo ocurrido con mi propia familia, mi hogar, los huargen… y el jabalí era demasiado grande como para no percibir el mal olor de sus vísceras cuando Lysanthir lo abrió. Acabé desmayándome y cuando desperté, estaba en una casa ajena, ya en Elwynn. Por lo visto me cargaron. No llegué a averiguar de quién era aquella casa, ni quién me había llevado allí. Agradezco su ayuda, pero… me avergüenzo de todo aquello. Únicamente espero que no me hayan visto la cara. Simplemente huí a escondidas y volví hasta Ventormenta tras averiguar dónde estaba.


Hizo otra pausa más, dejando el diario a un lado para ir a comprobar si la armadura seguía mojada. Así era, por lo que se sentó de nuevo tal y como estaba antes para seguir un poco más.


Mis pocas pertenencias seguían en las cloacas allá donde me instalé cuando llegué a la ciudad. Por suerte poca gente parece caber entre los barrotes entre los que yo sí quepo. Quizás… quizás debería intentar buscar otra residencia… algo más digno de alguien que algún día se casará con un noble.


Y tal cual lo dijo, se puso a otear hacia las pasarelas de piedra, en busca de algún sitio en el que empezar a buscar. Pasó allí un par de horas más hasta que el cuero estuvo lo suficientemente seco como para no molestarle pegado a la piel bajo la ropa, y una vez vestida se puso en marcha con el diario y la tinta en una mano, el abanico en la otra y el puñal oculto en el escote. Guiada por sus pasos, lejos de ponerse a buscar por la ciudad, se dirigió inconscientemente a la salida de la misma. Tras pensarlo unos segundos se encaminó hacia Villadorada.