miércoles, 13 de junio de 2018

Diario de Ruthie Maddison, 017. Ojos curiosos.


Verano del año 28 tras la apertura del Portal Oscuro.


Llevaba varios días con ganas de sentarse al escritorio y soltar todo lo que llevaba dentro. Había llegado tan deseado momento y tenía mucho que escribir.


Es sorprendente cuánto puede pasar en tan pocos días. No he podido escribir en todo este tiempo debido a una grave herida casi mortal recibida por mano de unos bandidos. No quiero ni imaginar qué habría pasado conmigo de no ser por Berthold.


Evitó mencionar también a Ivano a propósito.


Hubo un incendio en un burdel cerca de Villadorada y fui para intentar ayudar en todo lo que pudiera. Resultó que Ivano estaba allí también, por lo que me preocupé. Por lo visto el incendio se había extinguido casi por completo para cuando yo llegué, así que me limité a ayudar a la gente que había cerca, y cuando todo estuvo seguro fui a buscar a Ivano y le seguí… pero ni él ni Baethal, que estaba con él, me hablaron bien.


Comprendo que estuvieran en tensión y alertas, que no era cosa mía, ni mi trabajo, pero… su tono no fue el adecuado. Me daban órdenes de que me mantuviera al margen, e Ivano… no me gustó nada cómo me habló. Me enfadó. Me enfadó mucho. No pienso permitir que me trate siempre así. No soy uno de sus soldaditos.


Después de cómo me hablaron me fui a la taberna a esperarle, pero Baethal llegó antes. Él me pidió disculpas por cómo me habló. Salió el tema de cuando vencí a Ivano y a Berthold juntos en un combate, pero no era precisamente de lo que quería hablar. Baethal me retó con un simple comentario, dijo que si sería capaz de enseñarle algo. Luego hizo un chiste lascivo al respecto… aunque le ignoré y acepté su reto. E Ivano, que llegó sin que me diera cuenta, no tuvo otra cosa que irse a hablar con la elfa sastre, la tal Zafiro. Así que le ignoré y me fui con Baethal.


Ese rato descubrí que el elfo es bastante más ágil que los otros dos. Con tres golpes, tan solo tres malditos golpes, veloces, uno tras otro, me desarmó y me venció. He de excusarme con que no estaba pensando precisamente en el combate… A decir verdad me hizo bastante daño. Después de pelear aún me dolían la mano y la pierna izquierda, y el brazo derecho.


Me dijo varios consejos. El primero era que no se pelea limpio. Éste ya me lo sabía, lo llevo a cabo desde siempre. Si peleara limpio no habría vencido a aquellos dos.


Pero durante la lucha pasó algo más... Fingí no poder seguir y me dejé caer de rodillas al suelo. Pedí parar y él se desarmó y vino a atenderme, entonces le apunté con la daga al cuello. Le mostré que justamente luchar limpio no es lo mío… y se ve que tampoco lo suyo. Me tiró al suelo y se me puso encima. Y ahí comprendí que pelear no era lo único que quería. Se me acercó sujetándome las manos y me obligó a mirarle. Se me insinuó al oído, pero le rechacé. En ese momento estaba muy nerviosa, dolorida, molesta con Ivano y resignada. Me sentía muy débil y estúpida. Le revelé que Ivano y yo nos formalizamos como pareja.


Después de eso se levantó. Su otro consejo fue que cuando luche con alguien con armadura mis puñales no le harán nada. Me dijo que en situaciones así debo atacar a las articulaciones, que es donde las armaduras son más débiles. Y lo último que me dijo antes de marcharse fue que se había quedado con las ganas de probar en el otro campo de batalla. Y a decir verdad yo también tenía curiosidad. Esa noche dormí en Villadorada, y maldita sea la hora.


Ruthie dejó el lápiz y siseó de dolor al cambiar la postura del brazo. Se recostó sobre la silla y apartó ligeramente el borde superior su camisa con el dedo índice de la mano izquierda. Introdujo la mano cuidadosamente y tiró un poco de las vendas que cubrían la herida. Aún le dolía en ciertos momentos, a pesar de que ya era capaz de moverse con cierta normalidad. Movió el brazo despacio para relajar la postura, levantándose a por un vaso de agua que colocó junto a su libro antes de volver a sentarse. Posteriormente, con la misma lentitud, volvió a colocar la mano sobre el escritorio. Teniendo la extremidad en tal ángulo podía mover la mano al menos.


El día siguiente fue verdaderamente surrealista. Bajé para volver a Villa Azora y me encontré con Berthold. Había alguien preguntando por Ivano. Un mensajero. Me ofrecí para hacerle llegar lo que fuera y me hizo firmar antes de entregarme una caja. Negra, grandota y pesada, sin inscripciones y prácticamente sin seguridad.


Bert me acompañó fuera, necesitaba algo de compañía. Le expliqué qué me había pasado con Ivano y él me dijo que estaba acostumbrado a ver cómo la gente del ejército cambiaba ahí dentro, acabando por llevar el trabajo a su vida cotidiana, cosa a la que yo no estoy dispuesta. No pienso dejar que Ivano me hable siempre así… Temí que la caja, tan sospechosa, tuviera algo que ver con su mal humor del día anterior. Y aunque Berthold me insistió en que no lo hiciera, acabé por abrirla. Ojalá nunca lo hubiera hecho, pero realmente me alegro de haber tomado tal decisión.


Era el estoque de Tiziano, su hermano, y varias cosas más. Pero lo más visible era su estoque. Lo reconocí por lo bonito que era, porque estaba roto y por la inscripción de T. Fabinson que tenía. Era demasiado evidente. También había un libro al que no presté demasiada atención, y debajo un cuadro. Uno en el que estaban los Fabinson con ropa cara. Todos muy guapos y muy jóvenes… pero nada de pintas de granjero. Ivano me engañó con respecto a eso también. Ocultó un pasado de noble, aparte de ser huargen, y ahora hablándome así… ¿qué granjero tiene dinero suficiente para pagarse un retrato tal? Y lo peor no fue eso. Lo peor de todo era la carta. Después de pensármelo acabé rompiendo el sello para abrir el sobre. Y lo único que ponía era “Para el más grande de mis amores, Ivano”. Firmado por J. H. También me había ocultado que su prometida sigue viva.


El recuerdo la hizo entristecer de nuevo, aunque en esa ocasión no llegó a llorar. Sentía más rabia que pena, realmente. Tomó el vaso de agua con la izquierda, siseando de nuevo porque incluso aquel movimiento le molestó en el otro brazo. Bebió mientras continuaba:


Me crié con un fin, casarme con un noble. Me mantuve virgen, fui educada, me esforcé prácticamente toda mi vida, negándome a romances y aventuras. Cuando me entregué a Ivano lo hice al completo, le di toda mi vida, renuncié a todo mi pasado, presente y futuro por él… y él me ocultó cosas y me engañó.


Llegó el dueño del paquete en el peor de los momentos. Cuando más hundida estaba, llegó él. Y estúpida de mí me quedé para ver su reacción al ver el contenido del condenado correo. Pero no pude aguantar… aún estando destrozada, me destrozaba verle llorar por su hermano cuando vio el sable. Yo… como siempre… huí de la situación. Me fui de allí. Berthold me ofreció la llave de su casa y acepté. Ahora sí que me iba a ir a vivir con él, sin importar qué me dijera Ivano.


Y el día no había acabado aún… en el camino a la casa de Villa Azora, me asaltaron cuatro bandidos. Casi no había ni salido de Villadorada. Preguntaron primero por dinero, y no llevaba nada encima. Pero no parecían querer irse con las manos vacías, y ya que no llevaban dinero… me llevaron a mí. No pude defenderme, estaba aún dolorida por el combate contra Baethal.


Estuvieron a punto de violarme, cielos… Comencé a gritar, pero pasó bastante rato antes de que alguien me encontrara. Me golpearon y maltrataron durante un buen rato. Me arrastraron al bosque y me desarmaron. E iban a comenzar a quitarme la ropa cuando escuché a Berthold y a Ivano. Por lo visto tenían intención de ir a buscarme, aún sabiendo que no quería saber nada de Ivano.


Algo curioso acerca de la castaña era que su expresión cambiaba según lo que iba escribiendo, y en ese momento tenía las cejas fruncidas en una expresión de preocupación mezcla con temor y tristeza.


Tres de ellos les plantaron cara, la cuarta se me quedó encima con mi propia daga puesta en mi cuello. Les escuché luchar, y la mujer que me inmovilizaba se puso nerviosa muy rápido. Estaba totalmente loca, gritaba ánimos a sus compañeros mientras reía histérica. Y cuando Ivano y Berthold ganaron terreno, a ésta energúmena no le hizo ni pizca de gracia. Me apuñaló. No podía moverme demasiado, pero por suerte fue lo suficiente como para que no golpeara cerca del corazón. Me dejó un horrible agujero bajo la clavícula derecha…


Justo en ese momento escuché un grito y vi que algo negro y grande voló sobre mí llevándosela por delante. Pude ver que era Ivano siendo huargen. Se había transformado. Le vi noquear rápidamente a aquella mujer, pero me aterrorizaba… fue el colmo del día, en ese momento solo confirmé que no quería volver a acercarme a él jamás. Casi perdí el conocimiento, entre el dolor y el recuerdo de mi madre. Recuerdo que después de aquello, se acercó a mí, pero no le respondí. No podría ni aunque lo hubiera intentado. Luego mi mente está difusa. Berthold me llevaba en brazos, pero no recuerdo dónde. Por el camino me quedé inconsciente ya del todo. Yo… me rendí… En ese momento ya no me importaba entregarme a la muerte…


Sin embargo volví a despertar. Estábamos en la abadía de Villanorte. Ivano estaba allí. También Berthold y Elasay. Y yo solo quería irme, perder de vista a Ivano y que él me perdiera de vista a mí… Me costó convencerles, pero al final me permitieron marchar. Me curaron con el poder de la Luz, creo…


Hoy hablé con el mayor de los Prichard. Es amigo de Ivano e intentó convencerme de que le entendiera, por supuesto. Y la verdad es que me ha hecho pensármelo. Llevo recibiendo notas de Ivano desde que ocurrió todo aquello. Todos los días. Cada día una notita.


Katz me demostró que no solo le interesa ser el hijo de mis jefes, sino también mi amigo. Algo que aprecio de verdad… aunque no termino de fiarme del todo de los magos. Algo me echa para atrás. Me confirmó que algunos pueden leer el pensamiento, eso después de sonsacarme que estoy muy enamorada de Ivano. Dijo que es por haberle dicho que el fuego me recuerda a los ojos de él del mismo modo que el mar le recuerda a él a los ojos de la mujer de la que está enamorada, pero… no lo sé.


Luego hizo algo. Me hizo cerrar los ojos y… bueno, ocurrió algo muy extraño. La habitación desapareció y aparecieron un sinfín de puntitos y su imagen, y luego el fuego y la habitación se volvió a formar y… fue todo muy raro, la magia es muy rara. No entendí nada. Mientras, él iba hablando.


Me dijo que no elijo dónde, ni cómo nací… igual que él, e igual que todos. También que debería intentar entender por qué Ivano hizo todo eso. Que él no decidió hacerme daño, sino protegerme. Todo el lío de las decisiones… yo vivía mejor cuando mamá me decía qué tenía que hacer. Desde que elegir depende de mí no he hecho más que equivocarme en todo. Me da tanto miedo volver a tomar decisiones erróneas…


Llevaba ya hora y media escribiendo, sentada en la misma postura. Resopló y bajó otra vez la mirada hacia la herida, llevándose a la misma la mano izquierda, aunque se forzó a seguir escribiendo un poco más:


Katz me comentó que va a abrir un negocio en Ventormenta, algo de buscar objetos perdidos, reliquias y cosas, con ayuda de su magia. Me dijo que necesitaba a gente que supiera algo de geografía, que no temiera a las aventuras, y por supuesto necesitará mensajeros si se trata de devolver objetos perdidos a la gente. Llegamos a un acuerdo, tengo un par de libros de geografía básica que estudiar.


Miró de hecho hacia donde tenía éstos guardados, dando un suspirito. Finalmente dejó de escribir, soltando el lápiz y cerrando el libro con la zurda. Se levantó de la silla, notando una fuerte punzada por el cambio de postura en el brazo que la hizo soltar un quejido. Se llamó tonta a sí misma y guardó el diario, negando con la cabeza. Llevaba un par de días volviendo a transcribir para los Prichard, pero en esas ocasiones hizo uso de analgésicos que no había tomado en esta ocasión. Al menos ya sabía que todavía era incapaz de escribir en condiciones sin sustancias en el cuerpo.