martes, 19 de junio de 2018

Diario de Ruthie Maddison, 019. Totalmente ilógico.


Verano del año 28 tras la apertura del Portal Oscuro.


Fue precisamente el último camino al que le tenía confianza aquél en el que recibió un nuevo ataque, y esa vez era más que evidente que se trataba de algo organizado concretamente contra ella.


Me dispararon en el hombro hace unos días. Me atacaron a sangre fría y cobardemente, sin motivo alguno, desde la cobertura del bosque y siendo varios hombres armados contra una señorita indefensa. Un camino de cinco malditos minutos desde Villa Azora hasta casa de Berthold, el único camino que todavía me atrevía a hacer sola... Estoy segura de que es cosa de los de la Cohorte esa. Me buscan.


Por suerte o por desgracia, Ivano apareció de inmediato con su compañera. Por lo visto estaba de patrulla por allí cerca. Aunque habría preferido que fueran otros guardias, a decir verdad… Y voy a explicar ahora mismo por qué.


Hubo una lucha en la que derribaron a Ivano a pesar de que tanto él como la otra se transformaron. Con ayuda de Oliver, que apareció desde el bosque, consiguieron reducir a los tres que me atacaron. No tengo ni idea de si es que iba persiguiendo a aquellos tipos o… a saber. Luego Dayana reconoció a Oliver e intentó arrestarle, pero Oliver le disparó y después huyó.


La castaña escribía con cansancio en la mirada aquella noche, casi como si hubiera aceptado el destino de tener que pasar el resto de su vida escondida o huyendo. O peor; el de someterse al yugo de vivir con algo tedioso para el resto de su vida. Por suerte la puñalada recibida una semana antes parecía dejarle tregua en el brazo derecho para poder escribir, aunque fuera a base de analgésicos diluidos en agua.


Y esto es por lo que habría preferido que no fueran Ivano y su compañera quienes vinieron: después de la huida de Oliver, a la dichosa Dayana se le ocurrió que yo debía ir con ellos sí o sí al cuartel. Al cuartel, no a un médico, sino al cuartel. Los tres estábamos malheridos, nos estábamos desangrando, pero ambos cabezones estaban decididos a seguir su código e ir a informar sobre lo ocurrido. Me pusieron en peligro por ello, a una civil. Me atrevo a cuestionar la calidad de su maldito trabajo... Y la muy estúpida hablaba como si fuera el alto mando de allí o algo. La desprecio... la detesto. Y más aún la detesto por cómo me habló Ivano por su culpa. Él me gritó.


Propuse ir a por Nyel, que sabe volver sola a casa de Berthold y teníamos que pasar delante de allí por el camino, pero los dos estaban súper resueltos en ir directamente al maldito cuartel, de verdad... fue totalmente ilógico, ¡es que pasamos junto a casa de Berthold y se veía a Nyel desde allí! Ya ensillada y todo, porque venía montando y huyó al oír el disparo y yo caerme de la silla. Solo había que parar un minuto para subir a su lomo y seguir el camino, pero nooo... no había tiempo que perder...


Por una vez el llanto de Ruthie era más por rabia e impotencia que por tristeza. Tal era el sentimiento que su escritura aumentó considerablemente de velocidad a la vez que la caligrafía disminuía en calidad.


Pero aún así dolió más el tono de Ivano que el disparo. Después de las discusiones, del esfuerzo hecho con él y por él hacia mí, de haberle dejado claro que no me gusta esa faceta suya... me destrozó que me tratara así otra vez. No le hablé en el resto del camino.


Cuando llegamos Dayana desapareció e Ivano fue a dar informe, y la idiota de Susan ni se inmutaba de que estuviera herido y tambaleándose. Al final le ordenó que buscara al médico del cuartel para que nos atendiera. Y solo lo hizo cuando le dije que Ivano se iba a caer por el mareo, que se dignara a mandarle a un médico en lugar de mandarle más trabajo. Y aún con todo, aún con todo... ¡Ivano actuaba con ella de forma pelotera y con favoritismos, y ella seguía siendo la dichosa militar que son todos...! No pude aguantar más. Me largué de allí dejándoles solos. Mi intención no era ir al médico, precisamente. Mi dirección iba hacia el este. Quería volver a Azora con o sin Ivano. Quería volver a casa... pero al final le acompañé al médico. Estuve esperando a que se quedase dormido o inconsciente para volver, más aún cuando vi a aquel señor hurgándole en las heridas para sacarle las balas... tal cual... ni de broma me quería quedar allí, vamos. Huí, pero para colmo me atraparon y me metieron al calabozo como si la delincuente fuera yo. De verdad que odio su estúpido trabajo, y a sus compañeros.


Cuando le trataron le subieron a los dormitorios mientras me sacaban la bala a mí a la fuerza, y cuando subí, el muy idiota estaba vistiéndose para acompañarme a la posada. Y por supuesto se acercó Dayana con su estiloso vocabulario y sus obscenidades. Es una maldita vulgar, desde luego. Cuando se fue otra vez, además, Ivano me ofreció ayuda y los compañeros de paso le dedicaron burlas, diciéndole que Dayana se enfadaría si le veía cariñoso conmigo. Y lo peor de todo es que al día siguiente teníamos la fiesta de Katz…


Estoy harta de esa maldita mujer, de sus compañeros, de sus jefas, de su trabajo... Nada me haría más feliz que lo dejase.


¿Pero sabes lo peor, oh, “mi querido diario”? Lo peor es que incluso después de todo aquello aún tuvo la poca vergüenza de venir conmigo a la habitación a la que fui a alojarme en la posada. Porque no, no llegué a iniciar si quiera el camino a casa. Me pilló cansada, física y mentalmente, y después de todo, ¿qué más daría mi opinión? Entraría con una orden de registro de ser necesario… Tsk. Le tuve que dejar pasar.


Una vez más estuvimos discutiendo sobre el tema, y no tenía otra cosa que decir que si estoy celosa. ¿Celosa…? ¡Celosa! De Susan y de Dayana. ¡Celosa de esas dos…! Las borraría del mapa si pudiera. Tsk, celosa… Detesto cómo le tratan y cómo me tratan. Y cómo me trata él por su culpa. Y las bromas de sus compañeros con respecto a Dayana… ¡¡¿Pero cómo demonios pretende que no esté celosa?!! ¡¡Y encima lo dijo riéndose de mí!!


Bueno, pues al final se metió en mi cama el muy canalla. No solo tuvo alma de venir, sino que incluso se puso a bromear, hecho pedazos como estaba. En ese momento le odiaba, pero a la vez le adoraba... ¿qué iba a hacer, después de todo, dejarle dormir en el suelo estando como estaba…? Debería haberse quedado bajo vigilancia médica o con alguna enfermera.


Aquella última frase la tachó con tal rabia que hizo un pequeño agujerito en la hoja, escribiendo posteriormente “algún enfermero” para corregirse.


Ya con él, ya entre sus brazos… me vi impotente. Fui débil. Me preguntó qué había pasado y acabé contándole todo lo que había ocurrido con lo de la Cohorte y lo de Leanfriel. Le dije todo lo que temo, me abrazó y por ello se hizo daño en las heridas. Y pensé que, quizás, le dolería menos si estaba transformado. Dijo que probablemente sí y… bueno… podría decirse que mi miedo no es exactamente el mismo con él que con otros huargen. Le he visto ya varias veces transformado, he estado cerca de él y le he sentido… Pasó la noche transformado y dormí acurrucada entre su pelaje. Al principio estaba nerviosa. Incluso malherido como estaba habría podido acabar conmigo en venganza por las veces que le grité. Pero al final... Es suave y cálido, y parecía bastante más desahogado en ese cuerpo, así que… esa noche no tuve miedo, al menos de él. Pero le seguía odiando.


Irónicamente sonreía mientras levantaba el lápiz del papel para descansar la postura tras resumir aquella jornada. Se secó los ojos con la misma mano derecha, pues mover la izquierda la hacía resentirse. Bebió un vaso de agua que había aprendido con el tiempo a colocar junto a su diario en aquellos ratos y volvió a tomar el lápiz entre sus dedos.


Al día siguiente salimos temprano, pues mi intención era continuar ayudando a la familia Prichard a preparar la fiesta, aunque cuando llegamos estaba todo listo. Ya había bastante gente allí, así que nos limitamos a saludar a los conocidos. Y pasó algo que no me esperaba... no fue gran cosa, pero sí un detalle llamativo. Eileen, esa chica que todos ven con malos ojos, se acercó a mí al verme el labio roto. Me ofreció un ungüento que ayuda a cicatrizar, algo que por lo visto hace ella misma. Quizás en ella sí que hay más de niña que de asesina, después de todo. No fue la única sorpresa del día con esa mujer.


La celebración en general transcurrió bien, de forma agradable y apacible. Hubo una serie de juegos que no acabé de entender, pero la gente se divertía, y ver a Ivano y a Eileen meter la cabeza en un barril lleno de agua fue... curioso, cuanto menos.


Lo que ocurrió después de los juegos, sin embargo, fue admirable. Resulta que desde un principio Katz no quería casarse con la chica con la que estaba prometido, y tampoco ella con él, aunque aquella fuera la presentación precisamente a su boda. Y fue en aquélla misma donde dejó claro, delante de toda su familia, amigos e invitados, que no iba a haber enlace.


Noté los nervios de Ivano cuando Katz empezó a pedir atención. Los noté porque me apretaba la mano y le oía suspirar y removerse. Los nervios, sin embargo, no solo estaban en él y en mí. Se propagaron rápidamente por los invitados, pero Katz fue firme.


Les echó en cara que solo se casaban entre familia y esperaban a que una casa noble les reconociera y les devolviera el título. Dijo que con bodas no lo iban a conseguir... y aquello me llegó hasta el alma. Entonces la gente comenzó a levantarse, algunos por nervios, otros para apoyar a Katz. Pero yo entendía a la señora Prichard y lo que ella quería para su hijo. Es lo que siempre quiso mi madre para mí.


Un hombre dijo que qué harían entonces, que si intentar cosas y fracasar. Ivano respondió que algunos al menos tienen el valor de intentarlo... por algún motivo creo que se refería a nosotros, a él y a mí. Luego la señora Prichard dijo que el título es la familia, y ahí ya sí que me levanté yo. Mi familia nunca estuvo muy unida, pero aún sin título siempre fuimos los Maddison, y tal cual lo dije. Luego hubo un brindis por la familia y... ah, brindé con todos.


Katz señaló a la mesa donde estábamos sus amigos. Dijo que también nosotros éramos su familia. Nombró a cada uno, a Ivano como a su hermano y a Eileen como a su pareja. Eso sí que fue una sorpresa. Eso fue mayormente lo que me hizo pensar que esa chica debe ser más que lo que la gente ve en ella. Y por lo visto Ivano ya lo sabía.


De verdad que admiro a Katz. Ha tenido el valor de dejar de lado títulos y nobleza por amor. Ojalá me pareciera un poco más a él en ese aspecto. Yo también hice lo mismo, pero casi sin querer. En realidad no me arrepiento… no sé si me arrepentiré con el tiempo. Ojalá Ivano se porte mejor conmigo más adelante.


Al final de la noche, sin embargo, me di cuenta de que la estúpida de Dayana estaba observándonos desde un sitio cerca de donde estábamos. Qué hacía allí no tengo ni idea. Me irritó mucho verla, pero fue un gran día igualmente.


Quisiera poder tener mi propia familia, con Ivano, y con aquellos a los que quiero. No necesito títulos para saber quién es mi familia…


Suspiró y volvió a reclinarse hacia atrás para descansar la postura, pensando durante unos segundos en cómo seguir. Se rascaba tras la oreja mientras releía los últimos párrafos y revivía mentalmente el discurso del joven mago de ojos verdes. No había soltado en esa ocasión el lápiz, por lo que volvió a colocar la mano sobre el diario para seguir rellenando la hoja por la que iba, esa vez con el brazo estirado, recostada en el respaldo de la silla.


Esta mañana vino Ivano a casa de Bert preguntando por la caja aquella. Yo la había visto en varias ocasiones guardando ropa, así que supe que estaba escondida en el armario. Cuando la sacó comenzamos a ojear las cosas. Me sentí fatal... le vi tan triste con el sable de Tiziano en sus manos... Por lo visto quiere arreglarlo, pero lo llevamos a Ventormenta y al escuchar el precio... bueno, se nos va de las manos aún. Incluso si se juntasen todos sus ahorros con todos los míos no alcanzaríamos. Es demasiado caro.


Estuvimos echando un vistazo al libro que venía con todo. Ambos lo habíamos ignorado hasta ese momento. Parece ser un registro familiar con gente de Gilneas. Con gentes nobles y burgueses. Aparecían nuestros apellidos, pero no nuestras familias. Y aunque fueran nuestras familias, quizás no lo averiguaremos nunca, el registro se cortaba en hace varias generaciones. Sería curioso e irónico que la familia de Ivano resultara ser burguesa o noble. Tendría entonces mucho que echarle en cara.


Sea como sea, a estas alturas no quiero separarme de él. Ni aunque mi propio padre viniera de repente levantado de la tumba a darme otra de sus palizas. Ya no.


Sin embargo al acordarse de Clark, la mensajera perdió de golpe todas las ganas de mantenerse frente al escritorio. Intentó retomar el texto al menos tres veces más, pero en todas las ocasiones acabó tachando, hasta que se rindió y comenzó a recoger las cosas.