jueves, 3 de mayo de 2018

Diario de Ruthie Maddison, 007. Nada de bodas.


Primavera del año 28 tras la apertura del Portal Oscuro.


La última semana había sido realmente surrealista para Ruthie. Durante un paseo nocturno por Ventormenta se involucró casi sin quererlo en una situación que la llevó hasta la mismísima Dalaran, a un viaje que jamás podría olvidar. Al haber sido algo prácticamente improvisado no le dio tiempo de llevarse sus pertenencias, así que cuando llegó de nuevo a Villa Azora días después, tras cenar, bañarse e ir a explicar a los Prichard su última ausencia, se puso a escribir todo.


Y una vez más me he visto envuelta en asuntos que no me incumben. O no deberían. Me encontré por la noche con Noldrenai en plena oscuridad. Iba con prisa y me preguntó por Lysanthir. Por lo visto se habían citado con algunos más para viajar a no sé qué ciudad que vuela, a la que había que ir a través de un portal mágico.


Resulta que alguien puso una orden de búsqueda sobre Lysanthir, esa chica elfa que tan desinteresadamente me ha estado ayudando. Nos enteramos de que quien la buscaba era un viejo amigo suyo, alguien que decía estar prometido con ella y que quería desposarla cuanto antes.


Me sentí identificada y obligada a ayudarla. Oliver, que pasaba por allí, también se vio envuelto, y al final decidimos ir con ellos. Pensé que un viaje podría distraerme de lo de Baethal.


Se le notaba el cansancio de aquellas jornadas y especialmente al recordar la charla con Dunnabar se le escapó un largo suspiro, pero siguió relatando, aunque al continuar apoyó la mejilla en la mano que no utilizaba.


El primer día estuvimos en una posada. Un lugar de lujos y despilfarro. Cuánto lo echo de menos. La ciudad es preciosa, pero ni con el sueldo de un año podría vivir ahí un mes con mi trabajo actual. Ese primer día yo aún estaba bastante distraída y Lysanthir lo notó. Cuando fuimos a la habitación que se me había asignado, a la cual podría acostumbrarme perfectamente, pues menuda cama, ella vino conmigo y me hizo retomar el tema que traté con el enano. El caso es que consiguió animarme. Después fuimos a dar un paseo nocturno.


Ruthie no se daba cuenta de que sonreía cálidamente, pues solo estaba recordando todo para poder narrarlo.


El siguiente día Lysanthir recibió una carta, el tipo al que buscábamos, que la buscaba a ella, estaría ausente todo el día debido a cosas de trabajo, así que decidimos ir a explorar un poco por la ciudad. Definitivamente es preciosa, no tanto como sus gentes, que son raras como ninguna que haya conocido antes. ¡El maldito gnomo...! Sin que nadie se lo esperase y sin un motivo, un gnomo, un señor diminuto que andaba por allí como cualquier otro ciudadano, transformó a Lysanthir en una ardilla. ¡Tal cual, en una ardilla, sin un motivo!


Kianna, que es la más impulsiva, y yo que soy rápida, tratamos de seguirle, pero no nos libramos tampoco de sus travesuras. Me transformó en un gato, y a la enana la convirtió en un conejo. Como si fuera lo más normal del mundo... No quiero ni pensarlo, Noldrenai me cargó como a una maldita alimaña, todos eran gigantes, no sabía cómo moverme, tenía colmillos y la lengua áspera, y pelos por todos lados. Tener que mover las manos a la vez que los pies para poder andar, ver el suelo tan cerca... No, no quiero ni pensarlo.


Al describir esos recuerdos se le notó la frustración en la cara, a pesar de que, siendo una gata, vio algunas escenas que le hicieron gracia y le habrían sacado alguna sonrisa de haber seguido en su forma natural.


Después de un rato intentando hacerme con el control de ese cuerpo vi que también había una rata, y que el gnomo había desaparecido. Por lo visto se lanzó dentro de un pozo para escapar. Lo peor es que pretendían seguirle... y maldita sea si le buscamos, eso sí, después de recuperar nuestros cuerpos. Sería un hechizo temporal o algo así, no sé nada de magia. Yo no quería ir a por él.


No sé qué diantres estaban haciendo Griswold y Noldrenai, pero no es que fueran por voluntad propia dentro del pozo, sino que se cayeron dentro de él. Y dichosa yo, que sabía que sería capaz de ayudarles a salir de allí, pues fueron a parar a las cloacas, nada menos. De un modo u otro se me da bien orientarme ahí abajo.


Esa vez su expresión delataba su profunda repulsa, pues sus próximos recuerdos en las cloacas de Dalaran fueron realmente desagradables:


Total, que me deslicé por la cuerda del cubo, aunque Lysanthir no quería dejar que lo hiciera. Al final ella, con Kianna y Garlan, se marcharon por otro sitio a buscar una entrada diferente. O más bien una salida. Para mi desgracia, la cuerda se acababa antes de llegar al suelo, por lo que tuve que lanzarme al agua, no tendría fuerza suficiente para volver a subir, y quienes se habían quedado arriba se habían marchado ya. Grité hacia abajo que no sabía nadar, que me atraparan cuando cayera. Y allí estaban aquellos dos. Al menos me ayudaron a salir del agua antes de quedarme sin aire, por llamar de algún modo a aquel líquido. ¡Qué asco me da solo recordarlo...!


Sorprendentemente encontramos una especie de segunda ciudad bajo la más lujosa a la que habíamos ido. Fue un cambio muy drástico. Estuvimos curioseando un rato y seguíamos explorando cuando llegaron los otros tres. Fuimos a parar a un lugar lleno de toda clase de criaturas, vi trolls, orcos y taurens por primera vez, e incluso de nuevo aquellos repugnantes no-muertos. Y lo peor no fue verlos, lo peor fue cuando, saliendo de aquel infierno, ¡la mano de una no-muerta me pasó entre las piernas, maldita sea! ¡Su mano, solo su mano! ¡Y ella corría detrás! Por suerte no me pasó también entre las piernas, ¡agh!


Me sorprendió, por cierto, que en aquella ciudad hay como una especie de tregua. Pensaba que había guerras por todos lados, pero allí cada raza caminaba junto a las otras sin problema alguno. No lo comprendo.


Cambió de postura retirándose el libro de encima un momento. Estaba sentada sobre la cama con el libro sobre las piernas cruzadas y se le habían cansado. Aprovechó también para estirar un poco el cuerpo hacia atrás, pues además tenía la espalda curvada sobre el papel. Dio un largo suspiro y miró por la ventana, viendo que comenzaba a atardecer y que pronto se quedaría sin luz natural con la que poder ver bien, por lo que decidió darse prisa. Tras estirar las piernas hacia delante volvió a colocarse el diario en el regazo.


A la mañana siguiente me enteré de que, durante aquella noche con Lysanthir, Oliver se había puesto a lanzar flechas desde un balcón y la guardia lo mandó de vuelta a Ventormenta. ¿A quién se le ocurre...? Nos habría venido bien para montar revuelo más tarde, porque parece que él es experto en eso, en llamar la atención de forma ridícula. Y es que vaya si hubo lío después. Esa misma mañana Lysanthir estuvo desaparecida.


El chico del mostrador de la posada nos dijo que la había visto salir con un amigo suyo, al que vio la noche anterior. Un tal Acserus, divino todo él. Un hombre así quisiera yo para mí, porte serio e imponente, apuesto, poderoso y rico. Apuesto y rico, sobre todo. Seguro que solo su bastón de mago podría servirme para vivir varios meses.


Al final salimos a buscarla después de un rato discutiendo sobre si debíamos hacerlo o esperar a que volviera. Y tras salir, Kianna se puso a hablar con una caja. Con una caja de toda la vida, de las de guardar cosas, pero esa le pedía dinero a cambio de información.


Ay, lo de la caja me ha recordado a cuando mi hermana llamaba así a los maletines de viajes para hacerme rabiar… Cómo la echo de menos.


No quiso seguir escribiendo sobre Linzi, pues sabía que si lo hacía se echaría a llorar y no terminaría de plasmar aquella extraña aventura.


Por suerte no la dejó pobre gracias al elfo amigo de Lys, que llegó a tiempo antes de que la dichosa caja siguiera chantajeándola. Nos informó sobre algo chocante, y es que Lysanthir nos invitaba a su boda. Todos tuvimos inmediatamente la misma idea: iríamos a aquella boda, por supuesto. Pero para arruinarla. Después de todo lo que he vivido sé lo que es no querer casarse con un hombre, no podía permitir que ella viviera como lo que yo habría vivido de haberse oficializado mi matrimonio con Agrew.


Prácticamente en el mismo momento comenzamos a hablar sobre cómo podríamos invalidar el festejo. Griswold llegó incluso a contratar a unos mercenarios que harían de acompañantes. Fue una tontería, siendo ya un grupo numeroso, pero se empeñaron. Un elfo se adueñó de mi compañía al instante. Y menudo era, no sé cuántos cachetazos tuve que darle, y aún no comprendió que no quería que se me acercara. Por lo visto no fui la única, Kianna tampoco parecía muy cómoda con su… compañero.


No tardamos demasiado, no podíamos. Desde ese momento todo fue nervios y prisas. Fuimos a por ropa adecuada para algunos. Yo no tenía ganas ni dinero para elegir un vestido, así que fui con lo puesto. Por suerte la noche anterior dio tiempo a que mis cosas se secaras. Lavé todo, después de lo de las cloacas y la no muerta.


Durante la fiesta a la que pudimos colarnos gracias a Acserus, no fue menos. Teníamos que disimular, y mientras algunos del grupo hablaban con gente que parecían conocer, yo me aventuré a ver qué había por allí. Con Elgarin tras mis pasos en todo momento. Maldito aprovechado, se puso las botas. Comió y bebió como cinco personas antes de meterse en el pasillo en el que le perdí de vista, al muy estúpido. Literalmente estuve a punto de chocar contra alguien que salía de la pared. Un camarero, presumiblemente. Supuse que tras aquel muro estaba la cocina, pero no pude averiguarlo hasta más tarde. Elgarin no dudó: entró allí directamente. No me molesté si quiera en esperarle, me marché disimulando, supuse que le atraparon, porque no salió. Rato después oímos rumores de que habían pillado a un ladrón en las cocinas y le había echado de cabeza a las cloacas, efectivamente. Por suerte gracias a él supimos que, desde aquel lugar, había una salida. Sin embargo los nervios fueron a más a partir de ahí, pues la ceremonia dio comienzo.


Todo parecía tranquilo, al menos por fuera. Como mínimo ocho personas en aquel lugar no estábamos precisamente tranquilos. De un momento a otro comenzaron a caer pétalos, y luego, tras un grito que profirió la acompañante de Noldrenai, también cayeron guirnaldas y velas ardiendo sobre la gente. Todos aprovechamos la confusión. Kianna se había alejado y puesto a cubierto justamente para disparar a una de aquellas velas con su arco, antes de eso había ido a decir a Garlan y su compañera que ella debía inculpar de impostor e infiel al novio. Aquello nunca se llevó a cabo finalmente. Yo no tuve mejor idea que trepar de asiento en asiento para ir hacia Lysanthir, quería llegar hasta ella para guiarla y salir de allí, pero un imbécil me empujó justo a un asiento de distancia de ella. Por suerte caí en pie al suelo, pero la perdí de vista, así que le grité que debía ir por la cocina. Ella me escuchó, oí su respuesta, y menos mal, porque inmediatamente después se formó una lucha. El novio empezó a pelear contra Griswold, Acserus y Garlan. No fui yo quien se quedó a verlo, sino que corrí. Era el mejor momento para escapar de allí, aprovechando la marabunta de gente.


La huida no quedó ahí. Nada más salimos de las cloacas, cuando por fin nos reunimos todos de nuevo, nos reencontramos con el hermano de Lysanthir. Recuerdo haberle por primera vez en Ventormenta, el mismo día que conocí a Noldrenai y pensé que Lysanthir era un hombre. Había ido a la posada a recuperar todas nuestras pertenencias. Tras despedirnos de él seguimos corriendo, y no paramos hasta llegar a la zona de portales. Por suerte la draenei que nos recibió a la llegada también era la misma que nos atendió a la salida. Creó un portal de vuelta para nosotros. Fuimos más rápidos que la noticia de que estábamos huyendo de algo muy grande.


Fue una experiencia, cuanto menos, curiosa. Creo que ha sido el viaje más divertido y loco que he tenido desde que vivo en Elwynn. Al menos no había monstruos con forma de perro jorobado, ni drogas de por medio.


Ahora que por fin estoy en casa creo que no voy a echar de menos esa ciudad mágica. Pensándolo bien… ¿realmente estaba volando? Yo al menos no noté nada.


Una última vez irguió la espalda, dolorida por la mala postura. Respiró hondo y apartó el lápiz, notando que en el atardecer apenas se veía el trazo que éste dejaba. Pensó en ahorrar un poco e ir a comprar una pluma estilográfica o tinta para poder asegurar sus escritos a lo largo del tiempo. Aquello además sería una inversión para el trabajo de transcripción que realizaba para los Prichard. Pero no sería ese día, pues se hacía tarde y el estómago comenzaba a recordarle su función.


Tras revisar que las tres o cuatro páginas anteriores se pudieran ver más o menos bien, cerró el libro y lo dejó en la mesita de noche junto al lápiz, se bajó de la cama, se estiró y fue a calzarse para bajar a cenar, aunque no tenía demasiadas ganas de alimentarse en la posada. El hijo del dueño del local había desarrollado una molesta confianza con ella y la molestaba continuamente con charlas infinitas y marujeos que a Ruthie poco le importaban. Le resultaba majo, pero a la vez bastante inoportuno y molesto a veces.