lunes, 14 de mayo de 2018

Diario de Ruthie Maddison, 009. Atrapada.


Primavera del año 28 tras la apertura del Portal Oscuro.


Se había llevado el diario a Crestagrana, pues pensó que se aburriría y podría entretenerse escribiendo, pero lo que relató no fue precisamente a causa del aburrimiento, sino porque realmente necesitaba exteriorizarlo. Acababa de volver de estar un buen rato con Ivano, quien la acompañó a la habitación que alquiló para pasar allí aquellos días. Tal como entró al dormitorio se acomodó y fue casi con prisa a su diario, con el cual se fue a la cama, apoyándoselo en el regazo.


Fue culpa del alcohol, estoy segura… Estábamos tan tranquilos, divirtiéndonos después de comer y beber… Pero estaba cansado. Estaba muy cansado y le insistí varias veces en que deberíamos volver y él descansar. Al final se quedó dormido… y yo también. Nos quedamos dormidos los dos en medio del bosque, y cuando me di cuenta le estaba usando como almohada. Le desperté y puse la excusa de ir a devolver la copa del vino que pedí, y su jarra de cerveza, ambas vacías, pero la jarra había desaparecido y él hizo desaparecer la copa. Me la quitó de las manos y después de preguntarme si era esa la copa que había que devolver, la lanzó lejos hacia el bosque. Se escuchó cómo se hacía añicos, lo escuché perfectamente… Él no quería volver. Nos quedamos un rato más al final. Pero luego… luego me pasó algo muy raro.


Estaba evidentemente nerviosa y su letra lo delataba. Era temblorosa y, aquí y allá, más grande o más pequeña de lo que acostumbraba.


Comenzó a hablarme del trabajo y en un principio correspondí en la conversación, pero se nos hizo demasiado tarde y decidimos volver por fin. Estaba muy cerca mía porque me hice daño en un pie. No fue buena idea meterme al agua descalza. Y cuando me levanté, él se levantó también, le ofrecí mi mano para irnos juntos y tiré de él, pero a mis pies se les olvidó darse la vuelta y empezar a andar. Él sí se acercó… y me quedé prendada de sus preciosos ojos. Y sentí… me hizo sentir… por su culpa… Agh. Me acordé de Baethal. Sentí exactamente lo mismo que con Baethal… y eso me aterró. Me aterró más que con el elfo, porque está totalmente fuera de mi alcance, estoy completamente convencida de que Baethal y yo no acabaremos emparejados, pero Ivano… podría llegar a hacer que despertasen ilusiones en mí…


Aquello era una preocupación para ella, mas no lo escribió, sino que se quedó con el pensamiento.


Me quedé embobada. Debí parecer medio idiota, porque no dije nada en un buen rato. Y él se dio cuenta.


Al final comenzamos a caminar de vuelta, y seguí sin decir nada. En cierto momento él se paró y me preguntó si pasaba algo, pero ¿cómo iba a decírselo? No sé por qué hizo aquello, pero… me abrazó… estaba muy cerca mía y poco a poco se acercó cada vez más, y yo le miré en mal momento. Seguía acercándose y yo seguía sin saber qué hacer. Y yo… yo no sabía qué hacer… olía su aliento, dulce a la vez que amargo por la cerveza de hacía rato y… y yo no… no podía moverme… Cerré los ojos. No sabía qué hacer. Y luego sentí sus labios… Y todavía menos supe qué hacer.


Estaban calentitos y blanditos… y húmedos. Me pinchó un poco con la barba, pero me daba igual, en ese momento solo quería seguir sintiendo sus labios. Y ya no solo sus labios, sino que me abrazó más fuerte. No podía escaparme. Y a decir verdad… tampoco quería que él se escapase.


Y después, con toda la parsimonia, va y me dice que se ha pasado… ¡Ivano de mi corazón, de eso se da cuenta uno antes!


Su intención era escribir aquello e irse a dormir, pero los nervios, la tontera y las sonrisas le impidieron conciliar el sueño y le dieron dolor de mejillas, por lo que volvió a levantarse. Después de todo seguía habiendo algo de jaleo fuera, así que decidió ir a dar un corto paseo sin alejarse demasiado de la posada para ver si así encontraba las ganas de irse a la cama.