sábado, 26 de mayo de 2018

Relatos de Ruthie Maddison, 006. No hay amor.


Primavera del año 28 tras la apertura del Portal Oscuro.


Era media mañana y Ruthie había decidido aprovechar el buen tiempo de la primavera. Retomaba el camino a la villa tras haber ido a comprar tinta al mágico barrio de Ventormenta y cruzaba uno de los puentes de la ciudad que separaba esa zona de la del mercado, cuando vio a su amigo alteraquí sentado sobre el pasamanos de piedra con las piernas colgando hacia el agua. Se acercó a él por la espalda en silencio. Su intención era no sobresaltarle, pero no pensó que, de ir con tal sigilo, habría sido más fácil hacerle dar un respingo por verla de repente junto a él. Por suerte, el enorme rubio la había escuchado aproximándose.


Berthold estaba mirando una foto, y tras saludarse mutuamente y ella sentarse junto a él, aunque con la precaución de mantener los pies colgados hacia dentro de la pasarela, la gilneana le preguntó por haberle notado algo desanimado.


Mmm... ¿podría... ayudarte?


Pues… —el varón dudó, suspiró y decidió que sí le consultaría—: Ruthie, ¿cómo te sientes al amar a alguien y estar enamorada? —ni con tal tema le faltaba la simpatía en la expresión.


La chica se sintió atropellada con semejante incógnita. Se puso muy seria, bajó la mirada al caudal y se mordió los labios. Ambos sabían a quién se refería. Acabó cerrando los ojos y negando antes de confesar:


Yo no amo a nadie, ni nunca lo he hecho.


¿Puedo preguntar qué hay de Ivano?


No le quiero —la sonrisa de la castaña en ese instante era sarcástica, pero duró poco—. Sobre eso estuvimos hablando cuando nos viste juntos.


Ya veo… Estamos iguales, entonces —Berthold no resolvería su inquietud ese día. Tampoco ella, que le miró de soslayo antes de pensarse si hablar más. Al final, tras respirar hondo, explicó:


Me confesó que me quiere y yo no supe qué contestarle. No sé qué es el amor, no sé si le quiero o es solo deseo, o simplemente es mi cuerpo que quiere estar con él… —su compañero de sentimientos, o más bien carencia de éstos, asentía en señal de que estaba escuchando. La mensajera le observó ladeando la cabeza, manteniendo el silencio un momento antes de sonreír y frotarle un brazo con la mano—. Hagamos una cosa.


¿Hm…? —fue pillado por sorpresa con su propuesta, pero alzó las cejas para escuchar. Lo siguiente que la joven le dijo, mirándole a los ojos de la forma en que le miró con tanta confianza, le confundió.


Averigüémoslo juntos.


¿A qué te refieres?


A que cuando uno de los dos consiga entenderlo, explique al otro qué se siente —aclaró. Ni si quiera se había dado cuenta de la metedura de pata.


¡Ah! Ya veo… —respondió el rubio con cierto alivio, vaciando del pecho el aire que había estado conteniendo—. Creo que serás la primera en saberlo realmente. Estoy algo grande ya, esas cosas son de la niñez. Y ese tiempo pasó ya para mí, ahora que tengo veintisiete años.


Tú serás también el prime... bueno, el según... Hm... quizás el tercero en saberlo si lo aprendo antes —ella misma se lió ante qué puesto ocuparía cada cual si se enamoraba antes que él. Pero luego retomó un detalle que dijo su amigo—: ¿Veintisiete años y nunca te has enamorado?


No soy de enamorarme a primera vista —comenzó el albañil a aclarar—. Y además no me gusta... ya sabes, expresar mis sentimientos si realmente los tenga. Temo que lo vean mal o como una falta de respeto y eso destruya todo lazo de amistad. Prefiero esperar a que otros lo hagan. Lo cual… —en ese punto se quedó callado un segundo, mirando de nuevo al canal antes de terminar—: nunca ha pasado.


Ivano no ha destruido nuestra amistad al decir que me quiere. Si hay algo que sientes, creo que debes decirlo —opinó entonces Ruthie tras acercarse a él un poco.


Sí… —la miró y le dedicó otra de sus sonrisas, llevándose una mano al mentón y frotándose ligeramente—. Aunque ustedes dos son muy especiales, realmente.


Oh, vamos... Suficiente pensar por hoy. Vámonos de aquí —sentenció la joven finalmente con una repentina jovialidad, dándole un suave empujoncito hacia el agua con la intención de alarmarle y así hacerle espabilar tras los minutos introspectivos. Pero el susto fue bastante mayor de lo que la chica pretendía, llegando a hacerle sujetarse al pasamanos en el que se sentaba, arrancándole una religiosa exclamación e incluso haciéndole jadear un par de veces por la alteración. La gilneana se echó a reír, como era de esperar, ignorando las diferentes miradas que recibieron los dos de la gente que pasaba cerca, que no era poca. Y tras esperar a que el otro se bajase de ahí, preguntó—: ¿Vamos? —se hizo justicia inmediatamente, pues tras unos pocos pasos por el mismo puente, resbaló con los peldaños de éste, perdiendo el equilibrio y recolocándose disimuladamente, como si nada hubiera pasado.


Consiguió hacerle dejar de pensar. Afortunadamente llevaban una ropa bastante adecuada para poder moverse con buena libertad, así que decidieron pasar un rato entrenando. Un nuevo combate en el que la dama ganó al caballero tras el intenso intercambio de fintas, evasiones y bloqueos. En esa ocasión Ruthie ganó por tres a cero, llegando a alcanzar el cuello masculino con el puñal envainado.


Tres a cero, grandullón… —fanfarroneó en un henchido ronroneo.


No has dado en el escudo —replicó el que perdió. Cómo no, la pequeña mujer había vuelto a incumplir las reglas del combate.


No podrías utilizarlo si te quedas sin cuello, ¿cierto?


Cierto. Ni un toque... Creo que debería ir preocupándome —pero no se veía en él rastro de verdadera intranquilidad acerca del asunto. Por el contrario, tras haberse dado cuenta de que se les había hecho tarde, se despidieron. El alteraquí para volver a la villa, mientras que la adolescente buscaría un lugar donde almorzar antes de ponerse en camino.