lunes, 14 de mayo de 2018

Relatos de Ruthie Maddison, 005. El mayor temor.


Primavera del año 28 tras la apertura del apertura del Portal Oscuro.


Los tres escucharon el sonido de la caída. El draenei, que estaba más cerca y era más grande, solo necesitó torcer un poco el cuerpo y asomarse desde fuera para ver que Ruthie se había desmayado y estaba, literalmente, desparramada por el suelo de madera.


Se ha escoñao —informó de forma vulgar y tranquila. Pocos tenían idea de que tales vocablos y expresiones que ladraba a veces se debían a que aprendió el idioma común con gente poco culta.


¡¿Me escuchó?! —preguntó Kianna, entrando a la carrera y quedándose parada con las manos en la cabeza. Miró a la humana mientras los otros dos se arrodillaban junto a ella para comprobar su salud— ¡Ivano va a matarme! Tenéis que ayudarme. Va a arrancarme la espina si se entera —pidió de forma desesperada.


Tranquila. Puede que con el golpe lo haya olvidado —propuso la más alta. Luego se alarmó al ver que la enana se agachaba a intentar despertar a la otra a base de cachetadas en las mejillas—. ¡Eh, así no!


En la sala el murmullo hacía protagonista a la chica, los presentes se habían girado, algunos se levantaron para ayudar, los trabajadores comenzaron a acercarse, pero Noldrenai les despachó educadamente. Alzó en brazos a la mensajera inconsciente y la levó a la calle, aún con las dos siguiendo una enloquecida conversación en la cual, la que dio el chivatazo parecía perder los nervios por completo. Elasay había levantado también a la pelirroja para apartarla del paso, pues estaba empeñada en despertar a las malas a la joven.


Aquel que la cargaba cruzó la plaza central a la que daba la posada. El aire fuera era más fresco, y viendo que los curiosos se asomaban del hostal para ver cómo ocurrían los hechos, el varón se alejó hasta la oscura parte trasera de los edificios que había en frente, para acabar sentándola sobre un barril de algún licor o cerveza.


El leve vaivén del paseo y la brisa de olores festivos devolvieron la consciencia a la desmayada. Oía un fortísimo pitido, pero no sentía. Tampoco veía, a pesar de ir abriendo los ojos. Poco a poco la molestia de los oídos se desvaneció y convirtió en voces que no llegaba a reconocer. Escuchó su nombre, alguien la llamaba. Movió la cabeza vislumbrando figuras a su alrededor, de las que su mente asimiló algunas, sin terminar de darles una identidad. El despertar fue realmente lento, se dio un buen topetazo al caer. La conversación de aquellos tres fue adquiriendo sentido por fin, y en cuanto entendió el nombre de Ivano entre los mensajes, su cuerpo comenzó a temblar involuntariamente.


¿Qué hacéis ahí a estas horas? —alguien más se acercó. Eileen, una elfa de larga trenza blanca que todos conocían por ser una problemática buscapleitos—. ¿Que le pasa?


Nah, un desmayo —respondió el draenei. Pero la afectada tenía la mirada sobre la recién llegada, y era una expresión de alguien que parecía haber estado a punto de morir.


No tiene pinta de estar bebida. Conozco bien los efectos —puntuó la peliblanca, deteniéndose cerca de ellos con una de sus acostumbradas posturas altaneras y despreocupadas.


Aquella que efectivamente no estaba bebida comenzó a moverse tratando de bajarse del bidón, temblorosa y con los labios entreabiertos. Las lágrimas caían de sus ojos y en sus pensamientos solo cabían mil opciones, a cada cual más ridícula, de evitar coincidir con el ex-granjero. Se sujetó al brazo de Noldrenai respirando hondo y encaró el camino de vuelta a la posada, dejando a todos atrás. La pequeña plaza se le hizo eterna, tan descubierta y peligrosa que tenía la necesidad de abandonarla de inmediato, pues se veía vulnerable allí en medio, aunque ésta solo tenía unos diez metros de diámetro. Con todo, ni si quiera llegó a subir al llegar a la residencia, pues recordó que ese al que tenía que evitar estaba también dentro. Tal como su pie izquierdo descansó en el primer escalón, se dio la vuelta. Veía al otro lado de la calle a los seres azules hablando con la elfa de cosas que no le interesaban, solo se acercó a ella la enana.


Espera. Cariño, siéntate aquí, mira —le pidió la pelirroja palmeando la escalinata. Ruthie se rindió, obedeciendo. Al sentir que su peso reposaba en el peldaño que acababa de pisar, se llevó ambas manos a la cara—. ¿E… estás bien? ¿Qué pasa? Háblame… —tartamudeó Kianna, dedicándole una nerviosa sonrisa.


Estoy bien —susurró Maddison, mintiendo. De hecho negó alzando una enrojecida mirada hacia los ojos de su amiga. Ésta se sentó junto a ella—. Solo necesito… descansar.


¿A quién engaño? Lo escuchaste. Vamos a hablar de eso. Ahora —la bajita hizo hincapié, sin dejar lugar a una negativa. Recibió un asentimiento resignado, parecía que fuera a echarle una regañina—. Bueno… Sí. Él porta la maldición. Me lo confesó hace mucho. Lo que me extraña realmente es que no te lo haya dicho.


La recadera estuvo a punto de pedirle que no lo dijera, pero no le dio tiempo. Apretó los párpados y se tapó los oídos con las manos, moviendo la dolorida cabeza de lado a lado. Su acompañante la estaba mirando de reojo, confesando, pero a la vez pendiente de que estuviera bien, o al menos, consciente.


Bueno, yo… le resté importancia cuando me lo dijo. Todo lo contrario, me hizo sentir más segura. ¿Por qué? Te preguntarás… —siguió hablando la más sana del momento, pero la llorosa cortó su cháchara.


Había conseguido dejar de pensar en Baethal. Con él no pensaba en el elfo…


Hey, hey. Mírame —llamó Icemount. Le sujetó las mejillas para atrapar su mirada y continuó—: Bien, ahora, préstame atención. Cuando Ivano me dijo esto fue porque él estaba seguro de que podía hacerlo. Porque sabía que era un buen hombre y jamás haría daño a otras personas. Y créeme, nos han atacado bandidos y aún así ha mantenido eso al pie de la letra. Incluso he visto a otros decir que portaban la maldición delante de todo el mundo, como si fuese lo más normal que hay —la adolescente comenzó a negar de nuevo, sintiendo que el estómago se le hacía un revoltijo por los nervios y el miedo. Temía vomitar e intentó apartarse, pero la pelirroja la sostuvo—. Hey, escúchame. Tú conoces bien a Ivano, sabes cómo es. ¿Qué te hace pensar que cambiará de un momento a otro, cuando ni si quiera la ira o el miedo a la muerte le han producido ningún cambio?


Son monstruos —susurró la atrapada, liberándose por fin de las rechonchas manitas—. Tú no los has visto... —insistió levantándose y empezando a alejarse del edificio con intención de dormir donde le pillara el sueño.


Es el hombre que te ha estado cuidando todo este tiempo, ayudándote a superar lo que te hacía sentir incómoda. ¿Eso para ti es un monstruo? —insistió la pequeña, echando el guante a la falda de Ruthie para que no se marchara, quien se llevó una mano a una sien en gesto de desesperación, al sentir una fuerte punzada. Acto seguido se giró hacia la enana— Al menos hazme un favor, ¿sí? Finge que no has escuchado nada y tú misma pregunta a Ivano sobre esto. Di que es algo que te has planteado tú misma. Cuando él te conteste verás que no hay nada de que preocuparse.


La humana rió por lo bajo con sarcasmo al escuchar la petición. No se trataba de fingir no haber escuchado, no estaba molesta con él porque se lo hubiera ocultado, lo que ocurría de verdad era que ya lo sabía y ahora le daba verdadero pánico estar si quiera cerca suya, temía que pudiera transformarse en cualquier instante y matar a todo a su alrededor. Hundió los hombros y volvió a mirar a su amiga.


Ni si quiera sé si seré capaz de volver a mirarle manteniéndome en pie... —gimió con voz temblorosa, volviendo a darle la espalda y tirando de la ropa con la mano, dedicándole una expresión suplicante.


Oye. En serio… Ivano es la oportunidad perfecta para superar este miedo. ¿Por qué no en vez de huir, lo combates? Es tu única oportunidad, conociendo a los demás no habrá otra. Piénsalo, ¿sí? —mientras hablaban, los draeneis se acercaron sin Eileen.


No es tan fácil, Kianna —repitió la castaña negando. Miró a los recién llegados para ver si ellos entendían la petición de socorro en sus palabras—. Por favor, necesito descansar…


Es mejor que asimiles todo. Espero que Kianna ya te haya echo reflexionar un poco. Además, el amor llega de formas inesperadas como ya dije —habló la mujer con cuernos.


Se ve que el asunto es serio, si hay algo en lo que pueda ayudar… —añadió el otro.


La muchacha se sentía atosigada, acosada y agobiada. El dolor de cabeza tampoco le daba tregua, y el miedo y la inseguridad de qué ocurriría a partir de entonces hacían que todo le diera vueltas. Y los demás siguieron.


Piensa en lo que te he dicho Ruth. Es tu oportunidad de pelear contra eso por primera vez —dijo la bajita.


Solamente date una oportunidad —añadió Elasay, poniéndole ambas manos en los hombros—. Ademas solamente por ese hecho, si le dejas de hablar, es que nunca lo amaste Ruthie.


¡Nunca dije que le amase! —aclaró la menos longeva de todos.


No es amor, Ela —secundó Icemount.


Con dejar de pensar me conformo. Por una vez, necesito dejar de pensar —la chica miró al bosque, irónicamente, pensativa.


Pero si Ivano te quiere tanto como para pasar todo ese tiempo contigo, devuélvele el favor ofreciéndole una oportunidad, Ruth.


Si te sirve de consuelo; podría ser peor. Podría ser yo —Noldrenai, por una vez, intentó suavizar la tensión.


La humana no aguantó más. Resopló, se recogió a pellizcos los cuelgues de la falda y salió corriendo hacia la oscuridad. Nadie la siguió, pues pensaban que volvería cuando tuviera sueño o simplemente iba a dar un paseo o a alojarse en alguna otra posada.


Rayos… Soy enana muerta.


Y se corrió. Digo… salió corriendo —aquella vez el varón soltó tal burrada sin que las demás supieran si lo había dicho a propósito.


No volvieron a verla casi hasta la noche siguiente, teniendo que acudir a la guardia para buscarla por el lugar. Llegó incluso a provocar una persecución en al que trató de huir de las sensaciones de la noche anterior y de sus perseguidores. Ella era rápida, pero sus pasos eran mucho más cortos que los de la gente más alta. Al final consiguieron atraparla. Anna Verlac, integrante de la Brigada de Gilneas en Villadorada, y algunas personas más, hablaron con ella a solas, consiguiendo por fin convencerla de que mostrase valor, pues Ivano no merecía ser ignorado por aquello.