lunes, 14 de mayo de 2018

Relatos cortos de Ruthie Maddison, 004. No debía enterarse.


Primavera del año 28 tras la apertura del Portal Oscuro.


Ruthie se había encontrado con Elasay y Kianna justo al escapar del caluroso edificio de madera, a no más de un par de metros de allí, usando la luz de una antorcha encendida hacía más bien poco.


La fiesta aún seguía celebrándose, se oían risas aquí y allá cerca de los puestos que permanecían abiertos a tales horas. Aunque ya había músicos recogiendo, luces apagándose y gente buscando sitios en los que dormir. La noche no solo era cálida por el ambiente residual de aquel clima, sino porque todavía había fiesteros sudando y parrillas humeando.


Por fortuna o por desgracia decidió acercarse a aquellas dos, esquivando a un borracho que se reía ruidosamente de algo que su cerebro bajo los efectos del alcohol estaba haciéndole creer. Probablemente notaron la boba felicidad que emanaba, pues ambas comenzaron a acosarla con preguntas y falsas afirmaciones hasta acabar sonsacándole qué había ocurrido con el ex-granjero. También tuvo influencia que habían sido vistos juntos.


Las amigas estuvieron un buen rato charlando, la mediana de las tres contaba con timidez e ilusión contenida su experiencia de la tarde. Todas mantenían un tono suave, pues se encontraban en la zona residencial y no era su intención molestar a quienes ya se retiraban de la verbena.


Qué irónico, tratándose de un gilneano —dijo Icemount en cierto momento, muy convencida de que aquel beso significaba mucho más de lo que la involucrada en el mismo querría reconocer. No imaginaba que tan inocente comentario desataría instantáneamente el caos en el cuerpo de la castaña, la cual comenzó a sospechar cosas.


Sentía que en el mencionado gentilicio había algo más que a la enana se le había escapado, algún detalle que luego ésta intentó ocultar. Y tratándose de un gilneano, a la muchacha solo se le ocurría un motivo por el cual fuera irónico que se le hubiera acercado. La peor opción se dibujó rápido en su mente; quizás Ivano era un huargen. La más baja ahora debía disimular, pero sus expresiones solo sirvieron para atraer más aún la atención. La draenei rogó en voz alta por alguien sin pelos en la lengua que fuera capaz de ayudarlas a convencer a la chica de que ahora estaba emparejada.


¿Cómo que irónico…? ¿Por qué…? —preguntó Maddison.


No, por nada… —la otra abrió mucho los ojos y carraspeó al darse cuenta de que había metido la pata.


Habla —exigió la mensajera con tono imponente.


Pero tal carácter se convirtió en un agudo gritito al oír una voz detrás de ellas, una que, por supuesto, nadie se esperaba. Pareció que los ruegos fueron escuchados, pues Noldrenai salió del hostal, quedándose en el marco de la puerta en el que se apoyó con una postura estúpidamente sensual.


¿He oído «sin pelos en la lengua»?


Anda, qué oportuno —se alegró Elasay—. Buenas, Nol.


¿Qué hay, Nol? —la enana seguiría tratando de evadir la conversación, pero aquella adolescente tenía mucho interés en continuarla:


No, no hay nada. ¿Qué pasa con que sea gilneano?


Aahhh, es que… ya sabes. Venís de la misma ciudad y eso… —tartamudeó la pelirroja haciendo gestos con la mano con intención de quitar importancia al desliz. Estaba totalmente rígida y tenía la mirada clavada en la pared, recta hacia al infinito.


Hey, estoy bien. Bastante bien, de hecho —respondió entonces el ser azul, sin dejarse afectar por el corte que intentó dar la más joven de todos—. ¿Vosotras?


Aquí, enterándonos de secretos oscuros —era quien rogó la que respondía ahora a su paisano, sin notar que la humana estaba bastante tensa.


Me gustan los secretos oscuros —afirmó el varón.


A mí no… —gimió la chica de corta melena. Cada vez se temía más que el hombre con el que se había sentido tan unida en aquel poco tiempo portara la maldición caída en Gilneas años atrás. Su miedo le afectó físicamente. Sentía náuseas y el suelo se le movía, así que se alejó del grupo para sentarse en el último peldaño de la pequeña escalinata—. Ocultas algo —acusó a la sufrida bocazas, llevándose una mano al pecho y respirando hondo.


Aquella horrible idea tomaba cada vez más fuerza, se estaba adelantando a hechos sin tener pruebas, evidencias o tan si quiera una afirmativa, pero el comportamiento de sus amigas dejaba poco a la imaginación. Fantaseaba con el soldado abrazando su cuerpo de la misma forma cariñosa que horas atrás, para, posteriormente, convertirse en una de aquellas peludas y peligrosas bestias capaces de destrozar huesos sin apenas esforzarse con los mordiscos.


Mientras tanto los demás seguían conversando y bromeando acerca de aquello de los oscuros secretos. Noldrenai estuvo a punto de decir algo acerca de las relaciones entre humanos, pero entonces la de menor estatura, con tal de cubrir a la afectada joven, reveló repentina y falsamente que le gustaba Ivano. Aquello descolocó por completo al ser azul, que exclamó una obscenidad interrogativa, sin terminar de creérselo.


¡Es en serio! Pienso todos los días en él, no hay otra cosa que amejoder más —ahora la nerviosa era quien mentía, hasta tal punto que se le empezaron a mezclar las palabras.


De verdad, Kianna tiene gustos muy… exóticos —secundó Elasay pasándole un pañuelo a la nombrada para que se secara el sudor. Aquélla lo hizo, palmeándose la frente con la tela.


Me cago en lo quiero mucho, de verdad.


¿Y qué es lo que amas joder de él? —el de los chistes, por supuesto, siguió los juegos de palabras—. Suena a romance de mierda. Vale, es cosa de pareja, pero me intriga porque suena horrible.


Su… eeeh… Que es granjero. Sí. Muy de clase baja, sí señor.


Necesitas que te plante la patata —definitivamente, Noldrenai no tenía pelos en la lengua.


La mujer más alta apenas estaba participando en la conversación, no porque no quisiera, sino porque realmente no podía; tuvo que apartar la cabeza y hasta taparse la boca para aguantar la risa mientras la enana intentaba seguir desviando la atención de Ruthie. Ésta, sin embargo, no dejaba de dar vueltas a la cabeza y a sus delirios.


¿Te ha rechazado? ¿No te permite ir al huerto de nabos? —continuó preguntando el otro muy serio, pareciendo así que sus dudas eran reales.


Vaya, las preguntas con problemas de amores de Noldrenai son tan increíbles… —comentó la alien azul mientras Kianna apretaba los labios y temblaba, también aguantando la risa.


Es que no cuela —se excusó él.


Aish, ya —replicó la paisana de aquel descarado, moviendo la mano de lado a lado para quitar importancia a la conversación—. Deja a la pobre con sus gustos campestres.


Maddison, finalmente, decidió marcharse del lugar. Se levantó lentamente, sabiendo que sus temores volverían más tarde una vez se metiera en la cama para dormir, pues Ivano se encontraba en otra habitación de la misma residencia, y pasar la noche tan cerca de él la hacía sopesar la posibilidad de que estaba a la vera de un monstruo que podía perder los estribos cuando menos se lo esperasen. Su rostro ahora estaba pálido, quizás había pensado demasiado.


Yo debería descansar —de repente la castaña sonaba agotada. Quería escabullirse hacia el albergue.


Claro, que descanses, Ruthie —se despidió la más alta.


Hasta pronto —añadió la otra.


¿Dónde va…? —preguntó el draenei extrañado, girándose hacia la que huía, pero sintió que alguien le tiraba de la cola para que no fuera tras ella— Eh —se quejó con tono seco.


En cuanto la mensajera se perdió de la vista de todos, y ya creyendo que ésta estaba lejos, la pelirroja se dejó caer de rodillas en el suelo, llevándose las manos al vientre y sintiéndose liberada. Sin embargo, la afectada chiquilla tuvo un mareo en cuanto entró al edificio, por lo que, en lugar de subir de inmediato, dejó reposar su cuerpo contra la pared, a la suficiente distancia como para seguir percibiendo sus voces. Llevaba ya varias emociones fuertes aquella noche, aunque no sabía que lo peor estaba por llegar, y era inminente. Se llevó una mano a la frente como si con aquello fuera a recuperar el equilibrio. Por unos segundos perdió la visión. Y entonces oyó:


Uugh… casi le digo que es un maldito huargen… —soltó finalmente para que los otros dos entendieran por qué había estado tan rara.


¿Ella no lo sabe aún? —preguntó Elasay.


Ya decía yo que un cateto no iba a seducir a Kianna antes que yo —el varón de nuevo parecía muy serio diciendo aquello, aunque esa vez se le escapó una risita cabrona.


Por lo visto no… Aagh… —respondió la pequeña rechonchita.


En ese momento la humana, dentro de la posada, sí perdió el oído. Todos sus pensamientos se desvanecieron poco a poco, la cabeza le dolía bestialmente de forma repentina. Las palabras se borraban, las imágenes, incluida la de Ivano, se difuminaban, y solo quedaron dos esferas de color miel en su consciencia antes de que le desapareciera el mundo.


Todos pudieron escuchar un golpe sordo dentro de la taberna, fruto de la caída.